Para hablar de este libro voy a empezar haciéndolo sobre algo que aparentemente no tiene nada que ver con él, pero espero que me permitan abusar de su paciencia porque creo que es una buena manera de explicar lo que quiero transmitir. Hace poco, por razones de trabajo, asistí a una conferencia que en principio no me llamaba mucho la atención cuyo tema no viene especialmente al caso, y sin embargo me resultó más que entretenida, apasionante. Llevo tiempo sosteniendo que para disfrutar de un libro, una conversación o una conferencia no es tan importante el tema que se trate sino cómo se trate y cuando alguien es brillante y se emplea con pasión en su discurso, consigue contagiar esa pasión más allá de la mayor o menor predilección previa del lector (o el oyente) por el tema. Es el caso de Nick Lane, quien emplea dosis poco acostumbradas en ensayos de divulgación científica tanto de pasión como de sentido del humor. Al conferenciante del que he hablado le preguntaron qué quisiera decirles a los estudiantes, que enseñanza sacaba de su propia experiencia que pudiera resultarles útil, y él contestó que les recomendaba que hicieran lo posible por no olvidar aquello que aprenden porque nunca se sabe cuando pueden necesitar de esos conocimientos. Es un buen consejo en general, pero es uno extraordinario en mi caso como lector de este libro (o lo habría sido si hubiera estado en condiciones de aplicármelo en su momento) porque me hubieran venido francamente bien mis olvidados estudios de biología para sacarle todo su jugo a La cuestión vital, o si no todo, porque el nivel es a mi entender bastante alto, sí al menos el suficiente para no sentirme frustrado por no haber estado a la altura de este magnífico libro. Si mis profesores de entonces hubiesen empleado la pasión que emplea Nick Lane en la transmisión del conocimiento probablemente recordaría mucho más, lamentablemente eran de la vieja escuela y la pasión o al menos el esfuerzo lo empleaban en suspender al por mayor y no en enseñar porque entendían (y así lo reconocían) que un nivel de aprobados digamos que pírrico “dignificaba” una asignatura. Y así nos fue a todos.
Esta introducción, les pido disculpas si ha resultado excesivamente extensa, me sirve para dos cosas: demostrar a través de mi propio ejemplo que no es necesario ser un científico para disfrutar de La cuestión vital y ensalzar la capacidad didáctica y la claridad expositiva de Nick Lane. Y su pasión, tremendamente contagiosa.
Pero no quiero llevarles a engaño, es un libro complicado que requiere una gran atención por parte del lector y si bien uno puede disfrutar de la pasión con que el autor defiende sus puntos de vista y divertirse con sus referencias (incluso a los Dementores alude) y su sentido del humor tan elegante como contundente, lo cierto es que conviene comprender lo que expone y no siempre es tarea fácil. Desde viejos conocidos para cualquiera que haya estudiado biología a niveles elementales como el ciclo de Krebs a invitados sorpresa como el Parakaryon myojinensis, desfilan por las páginas de La cuestión vital conceptos, datos, teorías y científicos con el fin de exponer lo que se conoce sobre el origen de la vida y, sobre todo, lo que no se conoce que se resume en la pregunta ¿por qué la vida es como es? Aunque sólo sea por la compilación histórica de teorías y sus matizaciones, refutaciones o reafirmaciones, el libro ya es interesante, pero Nick Lane, que es un científico reputado ganador de premios como el Royal Society Prize y el Biochemical Society Award, aporta su propia visión, su hipótesis con su pretinente respaldo factual. Y lo hace con el ánimo, que le honra, de estimular el debate, de abrir el camino y no de darlo por cerrado. Falta mucho porque el camino de la ciencia es necesariamente lento, pero entiendo que es de agradecer, y mucho, su esfuerzo por compartir con el gran público sus ideas ya que ello no interfiere en el camino académico que debe recorrer pero logra interesarnos por cosas como el gradiente de protones, la endosimbiosis o el papel de la energía en el origen de la vida en las que, sin esta obra, no nos habríamos detenido a reflexionar.
La importancia de La cuestión vital no se limita a tratar de clarificar lo que el autor denomina un agujero negro en el centro de la biología, no cómo se originó la vida sin o por qué ocurrió precisamente así y no de otra manera no sólo con el fin de explicarlo sino con el de construir una disciplina más predictiva que pueda entender en base a las determinadas condiciones de cada planeta si puede contener vida y cómo sería esa hipotética vida en caso afirmativo. La clave para Nick Lane es la energía, cosa que yo no soy quien para valorar, pero para mí, como para muchos lectores, la clave es la pasión que es lo que sin duda les hará disfrutar del libro a poco que encuentren interesante el tema que trata.
Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es
Estimado Andrés Barrero,
El internet es como un grandísimo océano, en lo cual tiramos un texto como un correo botella y en muchos casos nunca llegamos a saber que ha pasado con ello. Por eso me gustaría dejar una pequeña reacción a su texto (que he visto en la pagina web de Amazon).
Como futuro docente de biología y geología de la enseñanza secundaria (estoy en el proceso de transformación laboral), y en el estado de haber descubierto recientemente los trabajos del autor que reseña, su texto me ha parecido extraordinario. Me ha ayudado a consolidar una certeza. ¡Gracias por haberse tomado la molestia para redactar y publicarlo!
Un saludo cordial,
Kaszon Kovacs
Muchísimas gracias, mensajes como el suyo hacen que merezca la pena el esfuerzo que invertimos en nadad reseña, saber que el mensaje en la botella que usted dice llega en ocasiones a buen puerto es todas una satisfacción. Le deseo la mejor de las suertes en su proceso d e transformación laboral.
Un abrazo,
Andrés