La delicadeza, de David Foenkinos
Admito que me gustan esas historias bonitas en las que chico y chica se conocen, se enamoran y acaban comiendo perdices. Para mí es agradable empatizar con los protagonistas, ponerme en su piel y vivir con ellos su enamoramiento, superar las inevitables trabas y al final regocijarme en el triunfo del amor, más aún si alguna que otra lagrimilla me traiciona brotando de mis ojos en algún momento. Lo malo es que, aunque algunas de ellas son más originales que otras, por desgracia las más de las veces son muy predecibles en su argumento: desde el principio se sabe que, por muy diferentes que sean ellos o sus entornos sociales, la pareja acabará por salir victoriosa en la lucha por sus sueños.
Así imaginaba yo que sería La delicadeza, la última publicación del parisino David Foenkinos. Pero me equivocaba: es mejor. Es una historia dulce y tierna, desde luego, pero no como aquellas a las que nos tienen acostumbrados. Entre otras cosas porque el que habría de ser el protagonista masculino muere a las pocas páginas, dejando sin rumbo a la enamorada y con un gran desconcierto al espectador. Así es como Foenkinos rompe esquemas y trata de buscar nuevos caminos para conmover a un público sensible, algo que empieza a ser corriente entre la literatura francesa de los últimos años.
François y Nathalie se conocieron en la calle. Fue él quien, admirado por el encanto que desprendía la chica, se atrevió a abordarla sin saber que ella era y sería el amor de su vida. Los años que vivieron juntos desde entonces fueron los más felices, un idilio perfecto que, en boca de todos sus cercanos, rozaba los límites de la realidad. Incluso a la misma Nathalie ese amor desmesurado le provocaba a veces cierto recelo, puesto que “temía que pudiera llevar intrínseca la amenaza de la desgracia”. Y no se equivocaba: en el mejor momento de sus vidas François sufre un gran accidente y muere, dejando sola a su joven esposa, que debe aprender a sobrevivir sin él y a rehacer su vida.
Pero no vayan a pensar que ésta es una novela triste, todo lo contrario. Como ya dice la también escritora francesa Anna Gavalda, “esta historia da ganas de amar, de ser amado, de enamorarse y de ser mejor”, porque demuestra que ante tal dramática situación no todo está perdido. Con voluntad, e incluso sin ella, la vida puede sonreírnos y ofrecernos lo mejor de sí misma, rodearnos de luz y regalarnos los ingredientes que son capaces de procurarnos la felicidad otra vez. Y lo hace con delicadeza, claro, cómo si no. Remontar de una tragedia no puede hacerse bruscamente; primero un paso, y luego otro y otro. El autor se sirve de la elegancia y la sutileza para guiarnos en la evolución de Nathalie. Todo además con un ritmo y una prosa muy llevaderas que incitan al lector a no dejar de leer.
Algo bastante difícil, esto de dejar de leer, porque de la novela no sólo nos interesa la historia de la protagonista, sino también la lección que Foenkinos nos da sobre el amor. ¿Qué es el amor? ¿Y amar? Y los demás, ¿cómo nos afectan los demás en temas del querer? Ni siquiera nosotros, más o menos experimentados, seríamos capaces de responder certeramente a estas preguntas. Y sin embargo el escritor, sin hacerlo muy evidente, nos enseña que el amor es una felicidad sin límites y sobre todo azarosa, una suerte de milagro que se da sin que lo esperemos, respondiendo sólo a una cuestión de casualidad y coyuntura.
Claro que tampoco se puede pasar por alto el tono medio cómico medio profundo que encontramos en estas páginas. De primeras, parece algo contradictorio que haya humor en una novela basada en la superación de una muerte, ¿verdad? Pero lo hay, y además es fundamental. Como decía antes, ésta es una historia que busca la dicha y ofrece esperanza. Y coincidirán conmigo en que la felicidad no es sino risa y alegría, y qué mejor manera de conseguirla que contagiándola. Foenkinos ha sabido hacerlo muy bien introduciendo lo irónico en los momentos oportunos, guiñándole el ojo continuamente al lector, y siempre encontrando el equilibrio con la parte más solemne de la obra.
Muestra de esta maestría son los diez premios literarios que la novela ha obtenido en Francia, además de quedar como finalista en tantos otros premios reconocidos del país. Ahí es nada. Siendo así, merece al menos una oportunidad, ¿no creen?
Como curiosidad, les diré también que el propio autor y su hermano preparan en estos momentos la adaptación cinematográfica de la novela. Se espera que para el próximo diciembre ya se podrá ver en las grandes pantallas galas a la fantástica Audrey Tautou en el papel de Nathalie. Yo sólo digo que lo bueno dos veces, doblemente bueno.
Les dejo con una entrevista (en francés) a David Foenkinos que, aunque corta, no está nada mal:
“François pensó: si pide un descafeinado, me levanto y me voy. Es la bebida que menos cuadra con una reunión distendida y agradable. El té tampoco es mucho mejor. Se palpa en el aire que las tardes de los domingos se pasarán viendo la televisión. O peor aún: en casa de los suegros. […]. Por fin François decidió que podía estar bien un zumo. Queda bien pedir un zumo, no resulta demasiado agresivo. Da la sensación de chica dulce y equilibrada. Pero ¿qué zumo? Mejor evitar los de toda la vida: el de manzana o el de naranja, ésos están muy vistos. Hay que ser un poquito original, pero sin caer en la excentricidad. De papaya o de guayaba no, eso da como miedo. No, lo mejor es elegir algo a medio camino, como el albaricoque, por ejemplo. Sí, eso es. El zumo de albaricoque es perfecto. Si elige eso, me caso con ella…
—Voy a tomar un zumo…
—¿…?
—Un zumo de albaricoque, creo.
François la miró como si no fuera real del todo. ”
Judit Rodríguez ( judit@librosyliteratura.es )
¡Me has convencido totalmente! No conocía esta novela, pero después de leer tu reseña, voy a darle una oportunidad.
Besotes!!!
Hermosa reseña!
Siempre me gustan los libros que me traes y me entró una emoción loca por leer este libro!!!
Claro que sí, Margarita, ya verás como te gusta.
¡Un saludo!
Gracias, Rose. Esa emoción puede complacerse facilmente, ya sabes… 😉
Uff… y si Amelié es la elegida para ser la protagonista, entonces el libro tiene un estilo de los que me gustan; qué loco y que original, la pareja perfecta y él muere… rompió el molde. Quiero leer este libro, lo juro!
Saludos! Muy buena reseña!
Acabo de dejar la novela en la página 77. O la traducción es mala o el libro es totalmente simplón. Que pase como guión cinematográfico, vale. Pero de novela nada. No había leído algo tan mal escrito en mucho tiempo.
P.e. : Se palpa en el aire que las tardes de los domingos se pasarán viendo la televisión. (Dios mío, qué mal está la literatura)
Ana, es cierto que la novela es ni será referente cultural, pero no considero que sea en absoluto tan mala, ni que sirva para decir que la literatura “está mal”. No sé, a mí desde luego sí me hizo pasar un buen rato. Pero ya se sabe, que para gustos…
Gracias por tu comentario. Un saludo,
A nosotros, al contrario que a Judit, no nos convencía demasiado el argumento… Pero nos cautivó: parece una novela simplona pero no lo es.Es un recordatorio de la sencillez, de lo que de verdad importa… La delicadeza es como el algodón de caramelo:sonrosado,envolvente y frágil… Áunque tiene que ser leído en el momento adecuado para disfrutar al máximo de sus metáforas y su estilo, bastante particular!
la delicadeza hace honor a su título. Es sencilla y ligera con un toque de realidad surrealista. La historia que cuenta no es sorprendente ni nueva, es común y puede pasarle a cualquiera. Todos estamos expuestos a la pérdida de alguien muy querido de manera imprevista y si nos ocurre, nuestra vida prosigue. Lo esencial de la novela es su forma de contar las sensaciones y los sentimientos de personas cotidianas….. con sus rarezas y sus peculiares maneras de actuar contadas en tono literario, con ese toque de irrealidad que la creación permite. Además tiene humor, humor francés de sutil socarronería. Probablemente la pelicula no sea capaz de captar los matices que su lectura permite. A mi me ha gustado y ucho