Reseña del libro “La desaparición”, de Julia Phillips
Hay una desaparición en este libro. Bueno, hay varias, pero pronto quedan arrinconadas, soslayadas, relegadas a un segundo plano. Ni siquiera se puede decir que se conviertan en el elefante en la habitación. Hay cierta intriga relacionada con la desaparición, claro, pero tampoco podemos afirmar que se trate de una novela de suspense, como se anuncia. Flota en el ambiente, los personajes vuelven sobre ella de vez en cuando, lo mencionan en algunas conversaciones, lo hablan entre sí cuando se cruzan. Si lo hacen, porque algunos se cruzan, otros no, y si uno es un lector de esos que dejan tiempo entre mordisco y mordisco, quizá cuando aparece un personaje por segunda o tercera vez ni siquiera lo reconozca.
Así que esta novela, que ni siquiera es una novela a ratos sino que parece un libro de relatos, comienza con un trampantojo. Uno está mirando una cosa, lo que cree que es esa cosa, pero en realidad está viendo otra. Esto puede provocar cierta frustración, lo sé, es lo que tienen las expectativas. Sin embargo, si se salva ese escollo, hay pepitas de oro en este libro, lo prometo. ¿Qué es eso que brilla al fondo, se preguntarán? Pues por un lado el estilo impecable de Julia Phillips, que rezuma calidad, clarividencia y talento para el drama bien entendido, y por otro la propia localización, esa agreste e indómita Kamchatka que refulge de manera tan dolorosa como la nieve blanca un día de resaca.
La desaparición lo componen básicamente doce retratos de doce mujeres, ordenados cronológicamente de un agosto al agosto siguiente. Como ya he dicho, parten de la desaparición de dos niñas, Aliona y Sofia, durante una tarde de verano en Petropávlovsk-Kamchatski, pero el verdadero hilo conductor es la miseria, el desamparo y la violencia que sufren mujeres de muy distintos tipos en un lugar férreamente dominado por los hombres y muy anclado en el pasado. No es esta estructura patriarcal la única desgracia, también están el racismo que sufren los y las indígenas, la marginación de los núcleos más rurales y el impacto negativo de un nacionalismo nocivo. Por no hablar de las dificultades que impone el propio entorno, una península aislada y árida de la que no se puede salir por tierra.
Por difícil que parezca, Julia Phillips se las arregla para insuflar vida y calor a una narración con este telón de fondo. Casi todas las mujeres sueñan con marcharse, con un futuro mejor, o recuerdan un pasado bello, pero al mismo tiempo las hay que aprecian el cariño de los suyos o las costumbres con las que han crecido. En todos los casos existe un resquicio de consuelo y afecto dentro de la tragedia, y si no es eso, entonces es la culpa por lo que no se hizo o la responsabilidad para con sus hijas lo que las mantiene inmóviles, viendo pasar las estaciones.
La desaparición es un libro complejo, que requiere de bastante esfuerzo. Hay que sentarse a juntar las piezas, relacionar unos personajes con otros y sobre todo saber disfrutar de algunos pasajes asombrosos que nos brinda la autora. Se trata de mirar por la ventana sin más intención que la de pasar un rato recreándose, reflexionando acerca de lo que pasa ante nuestros ojos, sea lo que sea. Porque dejando las expectativas en el cajón, olvidándose de pedir grandes avances en la trama, se disfruta muchísimo.
De lo contrario, seguramente se trate de uno de tantos libros que se abandonan en cuanto se pierde la tensión inicial o que se termina a regañadientes sin dejar ningún poso en la memoria.