La destrucción del alma, de Janja Bec
Janja Bec, socióloga, investigadora y escritora. Serbia.
Gervasio Sánchez, fotoperiodista, especialista en guerras, en dolor y soledades. Español.
Voy a leer “La destrucción del alma”
No leo aún la introducción ni el prólogo, las dejo para cuando termine; la primera se corresponde con la primera edición del libro, y el segundo, que está escrito también por el Juez sudafricano, Richard Goldstone, lo creó de forma específica para esta edición española. Este Juez fue el Fiscal general del Tribunal Penal Internacional de La Haya para la guerra de la antigua Yugoslavia.
No puedo evitar quedar fascinada, como siempre, por esa primera imagen de Gervasio que compone la portada del libro. La biblioteca de Sarajevo completamente destruida. Después me detengo en las otras dos fotografías que preceden al texto.
Sé que mujeres como la que veo en la imagen titulada, “Mujer llorando delante de un edificio destruido”, serán las que hablen en este libro, pero solo por la fotografía no sé si esta es croata, serbia, o bosnia… No sé separar a la gente por ese tipo de etiquetas, que al parecer, matan.
Empiezo la lectura de “La destrucción del alma” y me sorprendo con la forma en que Hida se presenta y cuenta su vida a Janja. Poco más de tres páginas. Y ahí está la vida de una mujer.
Avanzo, y conozco a Dzevahira, y a Rubija, y sé que la noche será larga porque no dejaré que este libro se quede a mitad, quiero todo, quiero conocerlas a todas, porque me están dejando bien, porque son grandes mujeres que ha dado la historia aunque nadie las conozca.
Y me habla Azra, que tenía una casa con teléfono y todo; y Camka, que también tuvo que pelear mucho para tener una casa, y que creyó que su niño estaba herido, pero estaba muerto.
Me sorprenden estas mujeres, casi todas como Emira, que vivía bien, que construyó una casa para su familia y que tuvo buenos hijos. Ella me recuerda que el mundo entero sabía y miró para otro lado. Ella podía vivir sin su casa, sin dinero y lejos de su tierra, pero para ella, vivir sin él, ya no era vivir.
Y siguen sin creer que pudieran morir todos …
Y sigo conociendo a estas mujeres, todas bosnias, a Fradila, que se siente como si estuviera muerta, a Nasiha, que cree que las cosas no deberían ser así, que ellos tuvieron que irse y ahora serán los otros lo que tengan que salir… Y a Nefa, que tenía un hijo de dieciséis años al que mataron sus propios vecinos, y que lo único que le pide a Dios es que nadie vuelva a pasar por lo que ella ha pasado…
La historia de Sakiba cierra este libro, perdió a su hermano, y cuidó de la pequeña Esma a la que, en el campo de refugiados de Eslovenia le decía: “Te compré donde tenían solo las muñecas más preciosas… ”
Estas son las mujeres más importantes del mundo mientras estás leyendo este libro. Estas mujeres me han sorprendido, me han dado una lección de vida, todas tenían de todo, una familia como la nuestra, una casa que habían levantado con sus manos, un marido con el que se casaron muy jóvenes, buenos hijos para los que querían lo mejor, y sueños; todas eran amigas de sus vecinos, “éramos como hermanos”, nos cuentan…
La Guerra de los Balcanes pasó cuando nadie pensaba que en el corazón de Europa podía haber una guerra. Murieron miles de personas mientras todos mirábamos para otro lado, o de frente, pero frente al televisor. Una guerra televisada, un genocidio perfeccionado, con el permiso y a la vista del mundo entero. Pero siempre ha sido y sigue siendo así ¿NO?
Ahora, una vez terminado el libro, leo esas introducciones, y veo que las preguntas que se hace Richard Goldstone, son las mismas que me hago yo ¿Cómo vivían los musulmanes bosnios antes de la guerra? ¿Cómo se rompe esa pacífica convivencia? ¿Qué piensan estas mujer que han perdido todo, y a todos? ¿Qué queda en el fondo de un ser humano destruido?
Las repuestas las tenemos en estas mujeres, no en un terreno intelectual y sesudo, no, hablan estas mujeres como mujeres, como seres humanos, como madres, como hijas, como hermanas, como esposas… Y desde la emoción, el dolor, la empatía y la esperanza. Porque al final, estar viva, ya es mantener una cierta esperanza …
Susana Hernández
Quiero conocer a estas mujeres… Poco he leído de esta guerra que destrozó a tantas familias, que separó a tanta gente… No conocía el libro, así que bien apuntado me lo llevo.
Besotes!!!
Es un libro que impresiona. No hay nada novelado y se ve tan sincero, contadas las vidas con tanta honradez que cala hasta lo más profundo. En fin, que espero que lo disfrutes mucho !!
Besicos tambien para ti !!!!
Me fío muchísimo de Gervasio Sánchez. El único libro que he leído de él me dejó una huella inolvidable, y cada vez que oigo hablar de los niños soldados, me trae a la mente el que confeccionó este periodista con lo que estaba sucediendo en Sierra Leona, de la boca de un misionero (está precisamente en una de las caritas de Luces Digitales, jeje, para que veas).
Tengo un libro sobre los balcanes. Muy bueno. Creo que te he hablado ya de él. Es de Isabel Núñez. Pero mira, para poder sacarle partido a ese libro, creo que este que traes hoy me podría ayudar mucho más. Por lo que cuentas, puede ser una manera que me sea mucho más fácil para entender la complejidad de toda esa variedad étnica, que como dices, tanta etiqueta cuando los ves tan iguales, cuesta a una entender.
En fin, me estreno en la blogosfera después de un corto descanso. Me vengo aquí, y ya me voy cargada. Mala cosa, mala cosa, jajaja.
Un abrazo.
Es un libro sobre mujeres bosnias que cuentan su vida, no hay nada novelado, nada más y nada menos que vida contada. Gervasio interviene con algunas fotos, si interviene Gervasio es porque hay calidad y fondo y dolor y vida y muerte…
Es difícil entender que tus vecinos de toda la vida maten a tu hijo. Pero pasa. Ya ves.
No es un libro para que te guste, es un libro para esas otras cosas de brinda la literatura.
Un abrazo también para ti!