Enero, nuevo año, nuevos propósitos, nuevas metas. Pero antes, hay que analizar cómo ha ido el año que nos ha dejado. Siempre suele ser igual: que si no has perdido los kilos que te propusiste, no has dejado de fumar, no te has sacado el título de inglés, aunque te apuntaste al gimnasio dejaste de ir a las dos semanas… en fin. Una lista interminable de propósitos frustrados, que será más larga o más corta dependiendo de la persona de la que estemos hablando. Espero que tú, lector, hayas tachado al menos uno de esos propósitos. Si no es así… en fin, tendrás que arreglártelas para poder tacharlos este año que acaba de empezar. Mis propósitos para el año 2017 eran, principalmente, terminar la carrera (objetivo conseguido), encontrar un trabajo pasable (conseguido también) e incrementar mi lista de libros leídos. Este último propósito no consistía únicamente en leer más cantidad de libros, sino en leer más variado. Ahí estaba la clave. Quizás porque soy una persona muy obsesiva que cuando le gusta algo no puede parar de hacer cosas relacionadas con ello. Si me gusta un género literario, puedo leerme quince libros seguidos sobre lo mismo sin problema. Lo mismo que si me gusta un autor… intento leer el máximo número de libros de ese autor en el menor tiempo posible. Pues eso, rozando lo obsesivo.
Así que el año pasado me propuse variar. Leer sí, mucho. Pero de todo. Probar géneros nuevos, descubrir autores que no conocía, atreverme con algún libro que a priori hubiera descartado sin dudar… básicamente variar.
A medida que avanzaban los meses, he ido cumpliendo mi propósito. Sobre todo porque unos amigos y yo hemos creado un club de lectura y cada mes uno de nosotros propone un libro. Solo tenemos una regla: no podemos repetir nacionalidad de los autores que ya hayamos leído. Es una fantástica forma de conocer libros nuevos y de leer obras que quizás no me habría propuesto leer. Aun así, para cuando llegó diciembre, todavía no había leído ningún libro que fuera novela erótica. Creo que lo último que leí de este género fue la famosa saga de Grey, pero ahí me quedé. Sí que había leído novela romántica, pero no un libro en el que el protagonista fuera directamente el erotismo. Así que La duda y el deseo llegó en un momento clave, ya que podría entrar dentro del propósito ese de variar mis hábitos de lectura.
La protagonista de esta novela escrita por Ariadna Tuxell —seudónimo bajo el que publica esta autora—, es Sabina. Sí, como el cantante. Así lo dice ella cuando le preguntan por el origen de su nombre. Tiene apenas veintitrés años pero ya ha conseguido el trabajo de sus sueños: ser bombera. Trabaja en un parque de bomberos repleto de hombres. Es la única mujer y se siente muy a gusto con esa situación, ya que siempre ha sabido congeniar más con los hombres que con las mujeres. Después de un accidente de coche al que acude para liberar a unas personas que habían quedado atrapadas, Sabina se presenta en el hospital para acompañar a uno de los heridos. Allí está Jan, el mejor neurocirujano de Barcelona y probablemente de todo el mundo. Siempre hubo una chispa entre los dos pero ninguno se atrevía a dar el paso. Hasta que lo dieron. Y aquello se convirtió en algo mágico. Sabina descubrirá cosas que desconocía hasta entonces, incluso de su propio cuerpo. Jan la llevara hasta el límite.
Pero como en todas las historias, no todo es tan bonito como parece. Jan guarda un secreto que hará que Sabina quiera alejarse de él. Ese secreto es el que la llevará a conocer a un joven y apuesto juez que competirá por su amor, siendo un duro rival para Jan, ya que también sabe cómo dar a Sabina lo que necesita.
La duda y el deseo es una novela muy entretenida. A ratos divertida, a ratos intrigante y siempre muy erótica. Las escenas de sexo son las protagonistas y la autora no se corta a la hora de describirlas. He leído por ahí que algunas de las historias que contiene este libro son inventadas pero otras muchas son experiencias reales de la propia autora. No es por ser cotilla, pero mientras leía el libro sentía muchísima curiosidad por saber dónde estaba el límite entre la fantasía y la realidad. En fin, me imagino que eso será algo que nunca sabremos. Aunque no sé, quizás en las siguientes partes de la saga —que ya se anuncian en la contraportada del libro— podamos descubrir algo más al respecto. Quién sabe.
Es una historia que engancha mucho porque es una novela con bastantes altibajos. La historia no es plana, ya que da bastantes giros a lo largo de las páginas. Esto hace que la trama nos intrigue desde el principio. Cuando pensamos que sabemos lo que va a pasar, la autora da un giro de ciento ochenta grados. Y vuelta a empezar. Por eso se lee muy rápido. Si la pillas con ganas y con tiempo es probable que en un par de días o tres la tengas terminada.
Si le tengo que buscar un pero, uno chiquitito es que me falta quizás un poco de desarrollo en la historia. A ver cómo me explico yo… Ariadna Tuxell recurre muchísimo a los diálogos, tanto que se podría decir que el ochenta por ciento de la novela está escrita a través de diálogos. Eso es genial, a mí me encanta y me ayuda a que los libros no me resulten pesados, ya que no me van demasiado los libros que dedican mucho tiempo a darnos largas parrafadas describiendo algo determinado. El problema es que la autora no recurre a cierres de diálogos explicando, por ejemplo, quién es el que está hablando, qué siente, o qué piensa. Si en la escena solo aparecen dos personas, no hay problema porque la historia se sigue bien. Pero si en una misma escena interactúan varios personajes, cuesta un poco reconocer quién está hablando. Aunque también es cuestión de acostumbrarse. A medida que pasan las páginas le fui pillando el truco y llegó un momento en el que ya no echaba de menos esos cierres de dialogo.
Pero obviando este pequeño detalle que se trata más de una cuestión de gustos que de un problema de redacción, la novela me ha gustado bastante. Me he entretenido mucho con ella y me he reído en inmensas ocasiones. Sabina es un personaje al que al final cogí cariño y solo deseaba que le pasara todo lo bueno que le podría llegar a pasar. Sin duda, me ha gustado mucho poder tachar este propósito de año nuevo. Ahora me tengo que plantear cuáles querré tachar este año que acaba de empezar.
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