No me gustan los prejuicios literarios. Los tengo, claro que los tengo, pero no dejo que me venzan. No le hago ascos a primeras novelas, por mucho que haya gente que se empeñe en que rara vez son buenas, ni ignoro a los autopublicados, dando por hecho que, si no tienen un sello editorial detrás, por algo será. Reconozco que, por eso mismo, me alegra especialmente descubrir buenas historias autopublicadas y me cabreo mucho más cuando encuentro bodrios avalados por un sello editorial grande, sobre todo porque millones de lectores acabarán leyendo esos bodrios y se perderán joyas por ese clasismo literario. Al fin y al cabo, que un libro sea bueno depende de la sensibilidad y destreza del autor y de cuánto trabajo y mimo le haya dedicado a su historia. La esencia, de J. B. Buch, ha sido mi último descubrimiento: primer libro (si no me equivoco), autopublicado y muy disfrutable.
La esencia nos presenta a Harold, un hombre que murió hace cincuenta años. Adaptarse al mundo de los muertos no ha sido agradable, sobre todo porque ha dejado de sentir. Por más que se esfuerza, pasan los años y ya nada lo emociona. Hasta que un día descubre que es posible recuperar esa capacidad si da con la esencia. En eso tendrá mucho que ver un adolescente enamorado de un compañero de instituto. El problema es que no solo Harold persigue esa esencia.
Una prueba de que esta historia me ha encantado es que la leí del tirón. No fue solo por lo corta que es (apenas ochenta y dos páginas en la versión de tapa blanda), sino por la prosa apasionada del J. B. Buch. Me cautivaron sus metáforas y sus reflexiones sobre el arte. Porque, en La esencia, el arte está muy presente. El Greco, Remedios Varo o Dalí son algunos de los pintores que se mencionan y dan título a sus capítulos. Además, los dos protagonistas comparten la pasión por la pintura. También me pareció muy tierna y real la forma en la que retrata el enamoramiento adolescente entre dos chicos. En esta obra, esas emociones que los espectros tanto ansían recuperar son las que destila J. B. Buch en cada página.
Puede que La esencia hubiera dado para más páginas. A quienes se acerquen a ella esperando una novela o, al menos, una novela corta, les sabrá a poco, sobre todo porque la prosa del autor engancha. Pero, como historia en sí, a mí me ha funcionado, me bastan las páginas que tiene. Eso sí, no la catalogaría siquiera de novela corta, sino de relato largo. Como tal, me parece bastante redondo y un buen adelanto de lo que dará de sí J. B. Buch en futuras obras, ya sean igual de breves o más extensas.
Sirva esta reseña para reivindicar a los autopublicados. J. B. Buch es un excelente ejemplo de que entre ellos hay muchos nuevos autores comprometidos con su arte y con escribir historias que emocionen a sus lectores. Solo hay que animarse a descubrirlos.