Reseña del libro “La faraona oculta”, de Abraham Juárez
Recuerdo seguir con emoción las noticias que saltaron a los medios sobre el posible hallazgo de la tumba de la reina egipcia Nefertiti, cuando se pensó que podía estar tras el muro norte de la cámara mortuoria de su hijastro Tutankamón. Resulta fascinante encontrar indicios de épocas tan lejanas, idealizadas por el misterio y la intriga que supone desvelar detalles de personas tan importantes para la historia. Por desgracia, todavía la están buscando, así que solo nos queda imaginar lo que un día pudo ser. Eso es lo que hace el autor, Abraham Juárez, con su primera novela, La faraona oculta, publicada por el sello Edhasa tras obtener el Premio Narrativas Históricas 2022.
De primeras, el formato del libro me causó una muy buena impresión. Tanto la cubierta, en tapa dura, como las guardas, vienen impresas a pesar de envolverse en una sobrecubierta con solapas. Además, contiene un separador de tela, con lo que no he tenido que preocuparme de improvisar un marcapáginas socorrido. Bonitos detalles que revelan inversión y mimo. A los lectores sabuesos, amantes del olor del papel, les gustará saber que este podría ser el prototipo de aroma por el que rechazan el libro digital. Por cierto, que también se puede encontrar en ese formato.
La faraona oculta no es exactamente la historia de Nefertiti en el sentido de que no todo gira en torno a su persona. Cronológicamente, abarca desde los últimos momentos de Amenhotep III —siglo XIV a.C.— hasta la subida al trono del último faraón de la XVIII Dinastía. Poco más de medio siglo, año arriba, año abajo. En sus páginas se cuenta, de forma sencilla y con un claro predominio del diálogo, el testimonio de un anciano escultor llamado Tutmosis, autor del famoso busto que aparece en portada. La historia personal del escultor se intercala con lo acontecido en palacio, mezclando personajes que existieron con otros surgidos de la imaginación del autor. Tratando de completar ese rompecabezas en el que se ha convertido esa época tan agitada de la historia, en plena enemistad con el Imperio hitita.
Si bien los hechos se suceden a veces de forma vertiginosa, cuando algunos secretos compartidos por pocos al capítulo siguiente los sabe todo el mundo, la verdad es que son bastante entretenidos. Por ejemplo, siempre me ha parecido curioso que se utilice el término «pacifista» con el hijo de Amenhotep III porque no le agradaba la guerra, y sin embargo trata de imponer el monoteísmo con el culto único al dios Atón —el disco solar—, poniendo patas arriba el clero de Amón y mudando nada menos que la capital de Egipto a Akhetatón, una nueva ciudad que construye de la nada. Una auténtica revolución político-religiosa que tiene sus consecuencias. De esto se deduce que la personalidad de Amenhotep IV (Akhenatón) debía ser, como poco, peculiar. Si es que no tuvo influencias de su esposa Nefertiti a la hora de tomar decisiones. Ya quisiéramos saber cuál era su verdadero ser, pero toca escoger.
En la versión de Abraham Juárez hay hombres reflexivos, enérgicos, ambiciosos, leales, asesinos, estrategas, conspiradores, de negocios, artistas, interesados, no necesariamente buenos, no necesariamente malos… Un buen surtido con el que crear una historia. Las mujeres, por su parte, están bastante ocupadas poniéndose trabas entre ellas, centradas más en la descendencia ligada al poder o en la propia supervivencia. Por ello no me sorprende la vanidad de Nefertiti, pero sí que actúe más como hija que como mujer. Algo que no cambia con la llegada de Tutankamón, aunque tiene sus momentos. En mi ideario la hacía con más personalidad, que no carácter, son cosas distintas. Puede que exista una explicación para esto y es que, tras leer el libro, tengo mi propio protagonista (o dos). Alguien que aparece de principio a fin y que bien merecería el título de La faraona oculta, aun siendo hombre. No lo menciono, no porque no sea importante, sino porque maneja demasiados hilos desde un plano no tan discreto y podría desvelar detalles interesantes. Casi me atrevo a afirmar que es quien maneja la estructura de la novela. Y existió. Es de ese tipo de personajes a los que no se puede querer, pero tampoco odiar. Me gustan por su habilidad de manejar también las emociones del lector.
La narración es bastante fiel al consenso que se tiene hoy en día sobre lo ocurrido. Creo que el autor profesa verdadera admiración por la época de la que escribe y ha investigado para mostrarnos un libro lo más completo posible a pesar de las limitaciones. Ideal para quien no conoce la antigua civilización y quiera culturizarse sin caer en los injustamente llamados «tochos infumables», que quizás estén más dirigidos a lectores entendidos en el tema. Por otra parte, siempre es un buen momento para recrearse a orillas del Nilo y soñar con otras vidas que disfrutaron bajo el mismo sol. Ese al que tanto invocamos para que el verano llegue cuanto antes. No, si al final Akhenatón tenía razón.