¿Cómo se conoce mejor a una persona: por lo que cuenta ella de sí misma o por lo que cuentan los demás? Sé que no es una pregunta sencilla y que incluso depende de la persona en cuestión. Pero es la pregunta que me ha venido a la cabeza al leer La flor amarilla del prestidigitador, donde el periodista y poeta Gustavo Tatis Guerra reúne una serie de textos en los que profundiza en la vida y la obra de Gabriel García Márquez.
Yo, una fiel seguidora del nobel colombiano, hace años que leí Vivir para contarla, su autobiografía inacabada, y también la novela gráfica Gabo, memorias de una vida mágica, de Óscar Pantoja, Miguel Bustos, Felipe Camargo y Tatiana Córdoba. Sin embargo, no ha sido hasta ahora, al leer La flor amarilla del prestidigitador, que he sentido que lo he conocido de verdad. Y con ese «de verdad» me refiero a que he visto su lado humano, ese del que solo disfrutaron sus familiares y amigos. Y es que, a fin de cuentas, lo que importa de una persona es la huella que deja en quienes la conocieron.
Todo comenzó con una entrevista amplia que García Márquez le concedió a Tatis Guerra el Jueves Santo de 1992, que resultó ser más conversación que entrevista. De ahí que conquistara el corazón de Gabo y hasta el de su propia madre, y ese encuentro acabó desembocando en una amistad de veinticinco años, que se resumen en los diecisiete textos que componen La flor amarilla del prestidigitador.
Tal y como señala Dasso Saldívar en el prólogo del libro, Gustavo Tatis Guerra nos hace recorrer «la vasta geografía humana, emocional, familiar, literaria, periodística, cinematográfica, política y diplomática» de Gabriel García Márquez, el escritor colombiano más famoso de todos los tiempos. Y lo hace con una prosa a la altura del homenajeado, sirva esta descripción como muestra: «Tiene la voz recia de un Caribe desenfadado y tierno, un perfil de cantante de boleros, de reportero de nuevos augurios, de mago de feria y alquimista».
Decía García Márquez: «No hay nada de lo que escribo que no esté en la realidad. Yo lo que hago es trasmutar poéticamente la realidad». A más de uno puede sorprenderle esta afirmación, pero un análisis de sus obras, como el que Tatis Guerra hace en La flor amarilla del prestidigitador, demuestra que es totalmente cierto. Cien años de soledad tiene mucho que ver con los recuerdos que García Márquez guardaba de su infancia junto a sus abuelos; Crónica de una muerte anunciada relata cómo murió uno de sus amigos y El amor en los tiempos del cólera está inspirado en la historia de amor de sus padres.
También decía García Márquez que «… no soy nadie más que uno de los 16 hijos del telegrafista de Aracataca». Pero el retrato que Gustavo Tatis Guerra hace de él, a través de los ojos de quienes más lo querían y de las reflexiones del propio biografiado, demuestra que fue un excepcional hijo, esposo, hermano, amigo, escritor, periodista, mediador, maestro y ser humano. De ahí que La flor amarilla del prestidigitador sea una lectura obligatoria para cualquiera que se precie de ser un seguidor de García Márquez. Una auténtica delicia.
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