Lo malo de los muros es que no te dejan ver más allá del ladrillo. No te dejan ver el mar ni los cuerpos que, si hay suerte, no llegarán a tus costas en verano. Se los tragará el agua, como nos los tragamos nosotros, en algún lugar de nuestras cabezas donde no incomoden en exceso. No. Lo que tienen los muros es que no te hacen más libre, ni más seguro. De hecho, te doblegan ante ciertas palabras. El miedo es una de ellas. Hablamos de él con cierta ligereza, con la frivolidad del rico nuevo que le dice al hambriento lo duro que es pasar hambre. Y se lo decimos a ellos, que huyen del terror. Porque de algún modo hemos construido vallas a nuestro alrededor que nos protegen, nos aíslan y nos encierran en nosotros mismos, ensimismados. Después, un día nos despertamos y somos incapaces también de reconocer la existencia del otro y de su dolor.
Pero los muros, por suerte, además tienen grietas. Recodos por donde se filtra algo de luz, aunque también de oscuridad, que nos dejan mirar, como una mirilla, el reverso del mundo que conocemos. Como esta novela gráfica, que es más bien una fusión entre fotolibro o fotoperiodismo y cómic, y que lleva por título, precisamente, La grieta. En ella, el periodista Guillermo Abril y el fotógrafo Carlos Spottorno recogen su experiencia a lo largo de tres años recorriendo las fronteras de Europa. Un viaje que empieza en Melilla en 2014 y termina en Estonia y su frontera con Rusia ya en 2016, dando fruto a una base documental de más de 25.000 fotografías y 15 cuadernos de notas.
La grieta es el resultado de este trabajo, una adaptación de los reportajes que realizaron sus autores por encargo de El País, que nos acerca de primera mano a la cuestión burocrática, las tensiones políticas, las dificultades que rodean a los periodistas en su intento de conseguir información y, su variable más constante, al drama de los refugiados, la mayor crisis humanitaria ya dese la II Guerra Mundial. De fondo, los movimientos migratorios en las Balcanes o las misiones de rescate en el Mediterráneo, por cuya cobertura a bordo de una vieja fragata, Spottorno obtuvo el Premio Word Press Photo en 2015.
Así las cosas, en su afán por llegar a todas partes, La grieta encuentra en el cómic, a partir de sus fotografías sometidas a un tratamiento cromático, el medio idóneo para transmitir su mensaje y llegar a un público más amplio. Bien es cierto que, a tramos, da la impresión de que le falta algo de color, como si pasara demasiado rápido por algunos escenarios. Pero no importa. La intención es la del mejor periodismo comprometido, y su relato es claro y directo. Una interesante reflexión sobre las fisuras del sueño europeo, que nos devuelve su rostro más inhumano y menos empático. Y es que, a través de estas grietas, por las que sus autores nos hacen partícipes de la convulsa situación de Europa y recorren los últimos movimientos que se han producido en el continente, vislumbramos además los grandes rotos y parches que atraviesan nuestros muros. Aquellos que empiezan a resquebrajarse y que, si no tenemos cuidado, terminarán por caerse y aplastarnos.