Como pasa con algunas películas —de diversa calidad—, este es uno de esos libros que no espera a que te metas en situación para atacar. Una joven, tullida de ambas piernas, se arrastra con la ayuda de un carro hacia una base militar estadounidense. Los militares de ese país han asesinado a toda su familia y tienen en su posesión el cadáver de su hermano. La joven les reclama que se lo devuelvan para poder enterrarlo de acuerdo a su fe, lo cual éstos rechazan. El motivo que dan es que lo quieren exhibir públicamente, al considerar que se trata de un conocido líder talibán, lo cual la muchacha niega. Así da comienzo La guardia, una novela que nos mete de lleno en la guerra de Afganistán y sus tristemente famosos daños colaterales.
Al ritmo vertiginoso de la narración le acompañan los diálogos cortos y directos, un toma y daca que contribuye a que la lectura sea rápida y amena. Se trata además de una obra coral, ya que cada capítulo está narrado desde el punto de vista de uno de los protagonistas; el primero de ellos es contado desde el punto de vista de la mujer y a partir de entonces serán los propios soldados americanos, cada uno desde su rango y sus convicciones morales, quienes nos harán partícipes de sus opiniones en torno al conflicto en general y al peliagudo asunto de la mujer afgana en particular. Esta pluralidad de narradores me resultó algo caótica durante varios tramos de la novela, ya que el número de miembros del ejército que se nos presenta es elevado y resulta difícil crear una imagen consistente de muchos de ellos.
Lo que mejor construye el autor, en mi opinión, es el ambiente de la base militar. La psicosis colectiva en torno a cuándo se producirá el siguiente ataque, la falsa bravuconería de aquellos que no quieren mostrar al resto de sus compañeros sus puntos débiles, las conversaciones sobre lo cotidiano y rutinario de sus vidas en su país para tratar de recordar cómo es el mundo fuera de esas cuatro paredes… Roy-Bhattacharya desidealiza mucho la imagen del soldado norteamericano que habitualmente se nos vende en la industria cinematográfica y que lo identifica con un patriota convencido que busca liberar al resto del mundo de sus males. Los soldados de este autor indio son personas normales y corrientes, cuya principal motivación es la de conseguir pagar sus facturas a final de mes y conservar su relación con su pareja a tan larga distancia. Los remordimientos por lo que han causado durante su tiempo en Afganistán, las dudas acerca de su legitimidad para imponer sus propios criterios, la tristeza por los compañeros caídos en combate… son aspectos que ayudan a dar verosimilitud al relato, dado que resulta muy difícil de creer que un grupo de jóvenes con dos dedos de frente, por muy grande que pueda ser su compromiso con la paz, no sean capaces de ver lo que les piden que hagan en su nombre.
En líneas generales, La guardia me ha resultado una lectura interesante y amena, ya que deja de lado la habitual crítica exterior al imperialismo norteamericano para poner el foco en la autocrítica, en el cuestionamiento al que sus propios combatientes seguramente se ven forzados cuando presencian cómo los daños colaterales piensan, sienten y sufren como ellos mismos.