La hija de Kathy, de Tim Krabbé
En “La hija de Kathy”, concretamente, 254 páginas le bastan y le sobran a Krabbé para contarnos una historia basada, a lo que parece, en hechos reales de su propia vida. La Kathy a la que alude el título es un amor de juventud del narrador (que es también el propio autor), amor cuyo principio, desarrollo y tramo final evoca para los lectores, con motivo de la noticia del fallecimiento de aquella mujer. Sin embargo, es a raíz de esa muerte que el narrador–autor conoce a Laura, hija de Kathy, con quien acaba también viviendo un apasionado romance.
Y la novela va de eso, sencillamente: de dos historias de amor. La maestría de Tim Krabbé radica en cómo nos las cuenta, cómo las recuerda y las resucita para nosotros. Con qué cariño, con qué pasión, con qué crudeza a veces, con qué respeto por el misterio del alma y las emociones humanas. Vemos, también nosotros, a esa joven Kathy del pasado lejano, a esa sensual Laura de hace no tanto tiempo; las vemos a través de los ojos del narrador, y comprendemos el porqué de su enamoramiento; nos sentimos, como él, indefensos ante la fuerza de los sentimientos y de la pasión pero, al propio tiempo, intuimos el final de todo ello, sentimos la mano del destino guiando sus/nuestros pasos; nos sorprendemos, junto a él, cada vez que las cosas se tuercen, a pesar de que tanto él como nosotros hemos perdido la inocencia tiempo atrás; pero, junto a él, nos sentimos incapaces de resistirnos, porque, con este libro, el amor nos parece una experiencia nueva y embriagadora, en sus muchas posibles expresiones e, incluso, en el momento de su agonía y extinción.
En suma, “La hija de Kathy” es una novela bellísima, de una melancolía teñida de ironía, que nos redescubre verdades esenciales de la vida y de las relaciones, hablándonos de tú a tú.