Existen dos tipos de muros: los físicos y los interiores. Los primeros pueden estar hechos de piedra, de espino, de agua e incluso de la nada, de la ausencia de tierra; y los segundos, están hechos de rechazo, de negación, de olvido… ¿Cuál es más difícil de destruir?
Aquel río, el Morava, partió mi vida en dos. Ni siquiera tuve que tocar esta Alemania para darme cuenta. Sus aguas negras, bajo las que quedaría para siempre el gorro de mi madre, comido por el musgo y el barro, dejaron atrás todo lo que conocía. Lo demás estaba mojado. Nunca me permitiría pensar profundamente en todo aquello y menos aún en las consecuencias que pudo tener mi decisión. Cuando un recuerdo lograba colarse en mi rutina, la niña, las flores de las ventanas, la casa, lo apartaba, ponía la televisión o salía a hacer la compra. Como si dentro de aquella frontera yo no tuviera una familia, y no solo fuera apátrida, sino huérfana, como si nunca hubiera recorrido las calles de esa ciudad y todo lo que quedara de aquella mujer educada en el socialismo fuera una ama de casa con pocas o ninguna ganas de demostrar nada a nadie.
El muro físico más famoso de la historia es el que dividió Alemania en dos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, de 1961 a 1989. 45 kilómetros que partían la ciudad de Berlín en dos, y otros 115 que rodeaban su parte oeste aislando la República Federal de Alemania de la República Democrática Alemana. En los últimos tiempos, otro posible muro se ha llevado toda la atención mediática, el que Donald Trump quiere construir en la frontera entre Estados Unidos y México. Pero, tal y como nos cuenta Aroa Moreno Durán al final de La hija del comunista, existen en el mundo más de quince muros con los que se trata de impedir el flujo de personas de forma violenta. ¿Te sorprende? No debería porque todos nosotros somos expertos en erigir muros y barreras para separarnos y no ver a las personas o los sentimientos que no nos gustan o nos hacen daño. Al principio decía que los muros están hechos de piedra, espino, agua, vacío, rechazo, negación, olvido… pero lo único que tienen en común todos estos bloques, físicos o metafóricos, es el miedo como desencadenante de todos ellos.
Como supongo que ya habréis adivinado, el libro que hoy os quiero recomendar es La hija del comunista, de Aroa Moreno Durán. Un libro que va sobre muros, tanto los físicos como los interiores. La novela nos cuenta la historia de una familia de emigrantes españoles en la Alemania del Este tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en boca de Katia, la hija mayor de la familia, que nos cuenta en primera persona su vida en el Berlín Oriental, hasta que un día se atreve a traspasar el muro para huir a la Alemania Occidental siguiendo a un chico. Esta huida, en la que abandona a su familia sin despedirse, levantará el segundo muro de la novela, el que la propia Katia crea para dejar atrás su pasado, su antigua vida y el arrepentimiento por lo que ha hecho, la pérdida de lo que ha dejado atrás. La vida de nuestra protagonista quedará dividida en dos –como la ciudad, el país y el mundo en esa época– y nos adentraremos en la historia de la Katia madre y esposa en la Alemania Occidental, que no termina de encontrarse en su nueva vida, en su nuevo papel.
Ahora vivía en un vértice estrecho por el que caminaba como una funambulista que tiene miedo a caer por cualquiera de sus flancos.
La hija del comunista es un libro que pincha, que muerde, que hace daño porque nos muestra las consecuencias de las elecciones, la nostalgia de una persona que deja sus raíces atrás, el arrepentimientos y la culpa de quien sabe que ha hecho daño a quienes más lo quieren, la búsqueda de una libertad y de un sentido a la vida que no se encuentra, las ruinas que quedan cuando un muro largo y fuerte cae y nos deja ver lo que durante tanto tiempo ha permanecido oculto… Aroa Moreno ha escrito un libro que es puro sentimiento. Con frases cortas y directas, casi poéticas, y con insinuaciones e incluso elipsis –porque a veces los silencios, lo que no se cuenta, nos deja ver mucho más que lo que sí se dice–, nos habla de la búsqueda de la identidad. Nos muestra también, en menos de doscientas hojas, el impacto que la Historia –como la del emblemático muro que hace más de 50 años separó dos maneras de entender el mundo– tiene en nuestras vidas.