A veces pienso en la gente que me rodea y me pregunto qué libro les gustaría leer. Intento ponerme en su piel para leer algo que yo no leería normalmente. He hecho esto en varias ocasiones y casi siempre ha salido bien: he descubierto títulos muy interesantes que me han encantado aunque, en un principio, no se ciñan exactamente a mis gustos literarios.
Esta vez pensé en mi abuela, que es una ávida lectora. ¿Qué le apetecería a ella? Le apasiona la novela negra, siempre está pidiéndome historias de asesinatos, pero también le gusta la histórica y la narrativa y me acordé de aquella vez que le regalé un libro de Kate Morton que le encantó. Así que me he decidido por un libro de la australiana, pensando en disfrutar de su historia como lo haría mi abuela.
Cuando me llegó La hija del relojero, me asusté un poco. Más de seiscientas páginas de un estilo que no es el mío… aquello iba a costar. Ese pensamiento me duró más o menos unas diez páginas, momento en el que descubrí que necesitaba esa historia, que no me sería fácil soltar ese libro para hacer otras cosas mundanas como dormir o comer. Sí… Kate Morton, Birdie y yo conectamos rápidamente, como cuando se enciende un interruptor.
La autora sigue el estilo que la define: una novela contada a diferentes tiempos, centrándose mucho en la Inglaterra del siglo XIX, con misterios de por medio y mujeres fuertes como protagonistas. En este caso encontramos a Elodie, una joven curiosa de nuestra época que encuentra un pequeño tesoro: un cuaderno antiguo repleto de bocetos y una foto de una chica misteriosa. Al fondo de esa foto aparece una casa y ella está segura de que es la casa que aparecía en el cuento que su madre le narraba todas las noches. Por desgracia, su madre murió hace muchos años, así que tiene que buscarse la vida para desentrañar el misterio que guarda esa foto. A la vez nos remontaremos al siglo XIX, donde una pequeña huérfana se gana la vida robando carteras. Su vida se cruzará con un hombre que la quiere retratar y ahí será donde conocerá el azul de los Radcliffe, un colgante precioso, valiosísimo y que, de repente, desaparece.
A través de ese colgante nosotros conoceremos a varios protagonistas que lo han tenido en sus manos, de manera que iremos avanzando desde el siglo XIX hasta la actualidad, hasta que Elodie resuelva el misterio.
Me asustaba un poco leer La hija del relojero porque antes de ponerme con él leí alguna crítica de sus libros anteriores. Todos decían lo mismo: grandes historias, pero contadas muy lentamente, demasiado descriptiva y un poco aburrida en ocasiones. Me daba miedo que, al ir avanzando en la historia, esta perdiera calidad. Que las descripciones, que ya eran abundantes, se volvieran tediosas. Pero os digo desde ya que esto no ha ocurrido. Sus descripciones son maravillosas (se nota que es una amante de la época victoriana) pero son las justas y necesarias. Y os lo dice una que odia los libros descriptivos. Además me ha gustado mucho eso de que no se centrara únicamente en dos épocas, sino que la autora optara por hacer avanzar la más antigua hasta toparse con la reciente. Un acierto, porque en ese camino encontramos personajes geniales, como Ada o Joe el pálido, y el sentimiento de admiración por Birdie irá creciendo y creciendo.
¡Ah, se me olvidaba lo más importante! ¡HAY UN FANTASMA! Parte de la historia, la gran mayoría, está narrada por un fantasma. ¡Eso sí que no me lo esperaba! Y la autora sabe aprovechar este recurso a la perfección, porque, aunque no es el objetivo principal, se crea un ambiente oscuro en algunas ocasiones que casa perfectamente con la historia que se está contando.
Tendría que hacer más a menudo esto de ponerme en la mente de otra persona para leer algo distinto. Casi siempre, como digo, suele funcionar. Esta vez ha ido a la perfección. Estoy deseando ver la cara de mi abuela cuando lo termine, le va a encantar.
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