Un texto de Tolstói traducido por Selma Ancira y editado por Acantilado no precisa de recomendación, comentario o reseña algunos. Para muchos no es necesario más reclamo que esas tres características para lanzarse a por él con impaciencia, con la seguridad, que yo ahora confirmo aunque sea innecesario, de que va a encontrar exactamente lo que busca.
La historia de un caballo, tal vez para continuar en ese espacio de certidumbre descrito en el primer párrafo, es exactamente eso, el relato de la vida de un caballo, aunque uno acaba teniendo la sensación, por mucho que conozca el respeto del autor de los animales, de que habla en realidad de las personas que se cruzan en ella. Ese tema recurrente en Tolstói de lo que es una vida buena, decente. O de lo que no lo es, algo que con sus limitaciones parece tener más claro el caballo que sus sucesivos dueños.
La primera parte, narrada desde fuera, en la que se interpretan los acontecimientos como probablemente lo haría un caballo, me resulta especialmente deslumbrante. Después es el propio équido el que toma la palabra y narra su historia, La historia de un caballo, y lo hace con voz humana, algo que habitualmente me irrita pero que debo reconocer que en este caso funciona y mantiene la tensión narrativa a la perfección. Sin embargo me parece más brillante el inicio, no sólo no veo ventaja narrativa alguna en convertir a los animales en quimeras con voz humana, sino que este pecado antropocéntrico me resulta sumamente irrespetuoso con la naturaleza de los personajes animales, a quienes se convierte en lo que no son.
Sin embargo y pese a mis manías literarias, ya he dicho que en este caso funciona. Imagino que el motivo es que los caballos de La historia de un caballo son una excusa, una forma de aproximarse a la historia de las personas que los poseen que funciona y lo hace muy bien. Y también los caballos tienen sus contradicciones, si me lo permiten, Jolstomer, el protagonista, es un caballo, sí, pero un caballo muy ruso:
Estando a su servicio perdí mis mejores cualidades y la mitad de mi vida. Me dieron de beber en exceso y echaron a perder mi paso. Y, con todo, fue la mejor época de mi vida. A las doce llegaban, me engrasaban los cascos, me humedecían el copete y la crin, y me embutían entre las varas.
La vida de un caballo, como la de cualquier testigo de la vida, da para mucho, y la de este resulta especialmente interesante. Es un texto breve, pero como les decía al principio, es de Tolstói, lo traduce Selma Ancira y lo edita Acantilado. Ya nos hemos visto en estas en otras ocasiones y siempre he expresado mi convicción de que para quien entienda eso como una recomendación, no hay posibilidad de sentirse decepcionado. La historia de un caballo no es una excepción.
Andrés Barrero
contacto@andresbarrero.es
@abarreror