Reseña del libro “La intemporalidad perdida”, de Anaïs Nin
Si tuviera la oportunidad de conocer y charlar con un escritor o escritora del pasado, sin pensarlo escogería a Anaïs Nin. Me gustaría poder tomar un té con ella y que compartiese conmigo todos los detalles de su vida. Como quien queda con una amiga para ponerse al día. Ser su confesora particular, pero sin tener que absolverla de sus pecados. Simplemente ser una oyente entregada y abnegada a las historias y a la visión de una mujer que desafió las convenciones sociales y que entendió y vivió el amor de una forma que hoy día hubiese sido algo más comprendida y menos juzgada. Una mujer valiente que decidió vivir acorde con lo que sentía.
La intemporalidad perdida ha sido un poco cómo esto, me ha permitido conocer un poco más a la Anaïs de 25 años, para poder comprender mejor la vida que tuvo después. Este libro precioso que ha editado por primera vez Lumen en castellano, nos presenta la antesala de la expansión creativa de Anaïs y el comienzo de una intensa vida. La intemporalidad perdida es un libro de relatos en el que entendemos mejor quién era la enigmática mujer en la que se convirtió. Son 16 los relatos que componen el libro y en ellos se abordan temas que hoy día están de actualidad pero cuando fue escrito, a finales de los años 20, no eran socialmente aceptados. Paradójicamente tanto su obra como la autora (inseparables irremediablemente la una de la otra), tan denostadas e incomprendidas en el pasado ayudan en nuestros días a comprender mejor el mundo que nos rodea. Nïn escribía para poder explicar en cierta manera como percibía el mundo. Ponía palabras a aquello que es intangible. Tenía una manera muy particular de entender el mundo, asignaba palabras a aquello que no se puede expresar. La subjetividad y lo abstracto forman parte de su obra de manera transversal y la resignificación de lo establecido fue una constante en su obra. El psicoanálisis formó parte de su vida y así queda de manifiesto en sus relatos donde la búsqueda del yo es uno de de los grandes temas tanto de La intemporalidad perdida como en el resto de su obra. En el relato la canción del jardín vemos esta mirada hacia dentro, este análisis del yo tan propio:
En su interior hormigueaban demasiadas cosas extrañas que eran superiores a la vida de las muñecas.
Anaïs seduce al lector con una prosa que se desliza con manos suaves y cálidas. Te dice lo que deseas oír y acabas entregándote por completo al relato. Los ojos de Anaïs son los ojos del erotismo, a través de las descripciones cargadas de sensualidad, nos narra con sutileza las intenciones, las miradas y el lenguaje corporal de los personajes de estas historias.
En Sentimiento gitano Anaïs maneja palabras que danzan de puntillas, siendo ligeras, flotando y moviéndose dejando una estela a su paso. Nadie como ella ha conseguido narrar el baile con tanto acierto. Porque Anaïs no se centraba en lo material, (el baile en este caso), sino que a ella le interesaba aquello que trascendía, en quienes se convertían los que bailaban y qué era lo que les atravesaba, más allá de una técnica de baile. Tanto en Sentimiento gitano como en Un suelo resbaladizo vemos también una apreciación de la precariedad del mundo del arte, y una desromantización del mismo.
Anaïs, querida te echaré de menos, pero me quedo más tranquila pensando que leerte es tenerte cerca. Tu obra es un espejo donde mirarte, una ventana vieja y transparente hacia el pasado.