Reseña del libro “La isla de coral”, de R. M. Ballantyne
Las novelas de aventuras, cuando están escritas con entusiasmo y con amor a la naturaleza, son siempre una gozada para cualquier lector y, si además lleva detrás una historia que no envejece, entonces perdurará por los siglos venideros.
La Editorial Zenda – Edhasa apareció en el mercado literario para traer nuevas ediciones de clásicos del género y con La isla de coral, de R. M. Ballantyne firma su tercer título. Es ésta una colección llamada a hacer historia, como las novelas que ofrece. Las dos novelas publicadas anteriormente, Las cuatro plumas (S.J. Bennett) y El enigma de las arenas (Robert Erskine Childers) han dejado ya su impronta y ahora le toca el turno a Ralph, Jack y Peterkin, tres chavales de menos de 20 años que habiendo decidido consagrar su vida al mar, acaban náufragos en una isla de la Polinesia.
Tiene la novela algunos detractores que la acusan de hablar de manera demasiado idílica sobre lo que supone naufragar en una isla desierta, y es que, sin más utensilios que la ropa que llevas puesta y un hacha, los tres muchachos tienen demasiada facilidad para encontrar alimento y agua dulce, pero ¡qué más da todo eso, si lo que R. M. Ballantyne pretendía era contar una historia de amistad, supervivencia y aventuras!
Es La isla de coral un maravilloso viaje, una bella estancia en un lugar paradisíaco donde están descritas tan delicadamente los corales, los animales, la naturaleza y el paso del tiempo, que leídas las primeras páginas entiendes el motivo por el que después de tantos años (fue escrita en 1857), siga despertando el espíritu soñador y aventurero de cuántos a ella se acercan.
La edición de Zenda – Edhasa viene como sus predecesoras, con un prólogo de Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951) donde explica el porqué de la colección y del título que la engrosa, y con otra bella ilustración en la portada de Augusto Ferrer – Dalmau (Barcelona, 1964). Es un formato cómodo de transportar, de leer y de disfrutar. Es una buena opción de cara a este verano para poder disfrutar de las cálidas temperaturas que ofrece la isla, de los chapuzones en sus frescas aguas y para degustar esos espetos de carne y pescado que Jack, Ralph y Peterkin se meten entre pecho y espalda (como decimos en mi tierra) junto con los frutos que dan los árboles.
La novela comienza con la siguiente advertencia del propio autor:
“Si hay algún niño u hombre al que le encanta ser melancólico y malhumorado y que no puede entrar con amable simpatía en las regiones de la diversión, permítame aconsejarle seriamente que cierre mi libro y lo guarde. No es para él”, R. M. Ballantyne
Le doy la razón, yo lo he pasado en grande leyéndola. Visitar un lugar así es una de las experiencias más enriquecedoras que un ser humano puede tener, aunque sea haciéndolo desde casa. Esa es la magia de los libros, hacer posibles esos viajes, así que doy por satisfecho mi deseo.
Considero muy satisfactoria la lectura de La isla de coral que R. M. Ballantyne y todo lo que en ella acontece, con lo bueno y con lo malo, sin cambiar una coma, porque he aprendido lo valioso de la amistad y del respeto, de la valentía y del llanto, de los miedos y de los sueños, de la ganancia y de la pérdida. La superación personal es el aliciente principal del superviviente.
Finalmente, una cosa tengo clara, si algún día acabo en una isla desierta, espero tener de compañeros de amigos como Ralph, Jack y Peterkin, porque la vida será mucho mejor.