La isla de la infancia (Mi lucha: 3), de Karl Ove Knausgård
De una manera quizá inconsciente, Karl Ove Knausgård imita a los grandes estudios de Hollywood cuando, en el tercer volumen de su autobiografía, La isla de la infancia, vuelve sobre sus primeros años. Es un recurso clásico en el cine este de rodar una película con personajes adultos para después revisar sus inicios, incluso su niñez, en una especie de intento de explicación sobre los motivos y las circunstancias que llevaron a tal o cual personaje a terminar siendo de aquella manera. Sirve para los buenos de blockbuster, como Indiana Jones, y para los peores, al estilo de Hannibal Lecter. Y, por lo que vemos aquí, le sirve también a Knausgård para satisfacer la curiosidad de los lectores que, no conformes con las cerca de 1200 páginas anteriores, querían continuar ahondando en su iniciativa literaria, ya plenamente conscientes de su impacto.
Regresamos en La isla de la infancia al padre que en la primera entrega ya era omnipresente, y que ya entonces se nos antojaba como la principal piedra de toque del carácter de nuestro ya familiar escritor noruego. Regresamos a Tromoya, la isla que ya había sido mencionada anteriormente, pero en la que no nos adentramos hasta esta tercera parte. Y en esta ocasión toma protagonismo su madre, muchas veces como antagonista liberador frente a un padre autoritario y violento.
Como pasa durante todo el relato “knausgardiano”, el autor no relata de modo explícito cómo estos tres elementos (el padre, la isla, la madre) moldean su personalidad, sino que se limita a ir acumulando el autor pasajes cotidianos, anécdotas sobre la sobremesa, sobre el bosque, sobre su madre, su hermano y su padre, y corresponde al lector unir los puntos. Lo que queda al final, como suele pasar en este tipo de dibujos, es un perfil con aristas, y que cabe preguntarse de qué está relleno. Una descripción que podría aplicarse sin ningún problema a Karl Ove Knausgård.
Podemos encontrar la explicación de que el autor/protagonista/narrador recurra a su pasado en las circunstancias personales del escritor. La primera y la segunda entregas, muy cercanas entre sí en el tiempo, habían tenido tal repercusión en su vida en forma de fama y de demandas (o amenaza de ellas) que Knausgård necesitaba más que nunca replegarse sobre sí mismo, hablar desde lo más íntimo y dejar tranquilo a su entorno. De lo contrario, corría el riesgo de perder a su familia y a sus amigos. Y qué mejor refugio para un escritor replegado sobre sí mismo que una descripción de su niñez y adolescencia.
En consonancia con el ambiente (un entorno rural, el bosque, el aire libre), La isla de la infancia resulta por momentos una obra más evocadora y emotiva. Vuelve a ofrecer algunos pasajes líricos que están en la línea de los que ya se encontraban en Un hombre enamorado, y precisamente muchos de ellos tienen que ver con el amor adolescente. Por otro lado, la desestructuración cronológica que estaba presente en las obras anteriores deja paso aquí a un gran flashback que, en sí, arroja una novela bastante lineal. Sigue sin haber una trama definida, no encontramos un planteamiento, nudo y desenlace, pero quizá por exigencias de la memoria, que recuerda lo más lejano en un orden determinado, este recuento de la infancia de Karl Ove sigue una línea temporal bastante marcada. El niño-adolescente Knausgård siempre se encuentra en proceso de construcción y aprendizaje, y eso aporta una sensación de avance mayor que en otras ocasiones.
Como si se tratase de un juego de pistas, los lectores que hayan disfrutado con los anteriores volúmenes de Knausgård continuarán pegados a su relato durante otras 500 páginas. Quienes no lo conozcan aún podrán encontrar, paradójicamente, un buen punto de partida, al igual que quienes empiezan a ver La Guerra de las Galaxias en orden cronológico, volviendo al símil hollywoodiense. Sea como fuere, el final de La isla de la infancia marca solamente el intermedio del proyecto de Karl Ove Knausgård. Todavía pendientes de traducción y publicación están los tres volúmenes posteriores. El siguiente, Bailando en la oscuridad ha visto ya la luz en los países de habla inglesa y las críticas continúan siendo arrolladoramente favorables, así que esperamos que llegue a España de la mano de nuevo de Anagrama, que ha cumplido con creces con la traducción y la edición de los tres primeros. Y en el horizonte, ya disponibles en noruego, una quinta y una sexta entregas que, como ya sabemos por algunas entrevistas, finaliza con el asesinato de 69 adolescentes a manos de Anders Breivik en la isla de Utoya. Quién sabe si será el final de la vida de Knausgård, al menos en papel, y el principio de su leyenda.