Reseñar un libro de relatos nunca me resulta fácil, y con La isla de los conejos, de Elvira Navarro, no va a ser distinto. En esta colección de once relatos, por un lado están los realistas, esos en los que la autora refleja situaciones y sentimientos que todos hemos experimentado en alguna ocasión; y, por otro lado, hay unos cuantos que arrancan con un hecho inverosímil que nos causa desconcierto. Y añado un tercer grupo, formado por historias que en un principio creemos que están mostrando la realidad tal y como la conocemos, pero en las que Elvira Navarro se reserva un giro final para dejarnos descolocados.
He dividido los relatos en tres grupos, sí, pero algo me dice que no todos los lectores meterían los mismos relatos que yo en cada saco. No obstante, detallaré mi clasificación. Entre las historias realistas encontramos «Las cartas de Gerardo»: una mujer y su pareja viajan a un albergue, aunque ella no deja de pensar en otro hombre; «La isla de los conejos»: un hombre provoca una invasión de conejos en una isla para ahuyentar a las aves, provocando consecuencias nefastas; «Myotragus»: la historia de cómo un animal mitad rata y mitad cabra se extinguió, o no, por el capricho de un archiduque; «Encía»: una mujer se empeña en consolidar su relación organizando una boda falsa, y por último, «La adivina»: una persona no para de recibir mensajes de un vidente que siempre parece acertar.
En el lado de los relatos donde lo fantasioso o inverosímil es el hilo conductor, destaca «Estricnina», pues a su protagonista le cuelga una pata de la oreja; «La habitación de arriba», donde la trabajadora de un hotel sueña los sueños de los que duermen en la habitación de arriba, y «Memorial», la inquietante historia de una chica que recibe una solicitud de amistad en Facebook de su madre, recién fallecida.
En cuanto a los relatos que se mueven entre dos aguas, destaco «Regresión»: una joven recuerda cuando su amiga de la infancia la llevó a ver a su abuela, que flotaba en el techo; «París Périphérie»: una mujer no encuentra la calle donde ha de entregar los papeles de una beca, y «Notas para una arquitectura del infierno»: el misterioso Hermano Mayor de unos niños desaparece de un día para otro.
Reconozco que escribiendo las premisas he dudado sobre qué relato meter en cada saco. Esto se debe a que, en muchos momentos, lo que es real o fantasía es más una cuestión de sensaciones que de hechos. En un relato, Elvira Navarro dice esto de uno de los personajes: «Lo que realmente sucede no importa tanto, o importa solo porque sus temores se encarnan». Y creo que es la frase que mejor resume el poso que me ha dejado la lectura de este libro. Da igual que la autora nos relate una situación cotidiana o una totalmente increíble, con ambas nos hace reflexionar sobre la culpa, el miedo, el asco, la vergüenza… En definitiva, en La isla de los conejos, ese ir y venir entre lo realista y lo increíble nos incomoda, nos inquieta, nos perturba, porque tenemos la certeza de que en los dos extremos nos estamos viendo a nosotros mismos.