Reseña del libro «La joven vampira», de J. H. Rosny Ainé
Ya estamos aquí con otra novela de vampiros. Menuda racha. Rojo sangre, Un legado de sangre,… demasiada sangre, ¿no? Pues cambiemos un poco. O mejor, cambiemos radicalmente.
«Una vez conocí a una vampira… Fue en el barrio de Islington, en Londres, entre1902 y 1905. Recientemente he sabido que sigue viva. Está casada, hasta tiene cuatro hijos…»
La joven vampira es una novelette (106 páginas de nada que se devoran como quien come pastas de té tras un duro día de trabajo)inédita hasta ahora en español, que Aristas Martínez ha tenido a bien en publicar con muy buen criterio. Y es que es todo un acierto, tanto por la traducción y por el tamaño de bolsilibro como por la portada y el diseño global del libro.
No vamos a tener aquí escenas cruentas ni sangre a borbotones, no. Es una movida totalmente distinta, casi más en plan psicológico pero también con algo de mal rollo sobrenatural que puede llegar a provocar terror si te paras a pensarlo.
Evelyn es una jovencita a la que se dio por muerta (dos médicos confirmaron el deceso) pero que volvió a la vida. Su memoria no estaba muy católica ni mostraba afecto por sus seres queridos. Al principio, el lector deduce lo que está pasando (aparte de por llevar la palabra «vampira» en el título) porque la familia de la joven se cansa, se marchita, alguno duerme hasta 15 horas… y cuando la joven se va, todos se recuperan. Y así se repite la cosa un par de veces.
Después se casa, y su familia se recupera, pero es su marido, James, el que comienza a flaquear, hasta que se aleja de su mujer… Blanco y en botella…
James comenzará a atar cabos hasta que sus sospechas se confirman cuando la pilla en plena acción, por un extraño proceso de ósmosis por el que tan solo colocando los labios sobre la piel de cualquiera, Evelyn es capaz de absorber la sangre. Evelyn, que sabe de su condición, le confirma a James sus sospechas y le dice algo aún más aterrador: viene de un lugar del más allá del que no recuerda mucho como tampoco de su anterior vida como humana.
El lector no puede sino empatizar con James y pensar como él, vivir en un permanente estado de confusión y querer salir de él de una vez. Ayudar a la joven hermosa y desválida.
Así pues, es una novela novedosa en cuanto al tratamiento del vampirismo, lejos de lo escrito hasta entonces (recordemos que esta novela se escribió en 1911), conservando los elementos góticos típicos (muerte, amor, palidez, fatiga) pero con un punto de vista más científico, alternativo y racional, a pesar de que el neurólogo que se ocupará del caso no es precisamente un Van Helsing, y también novedosa en cuanto a la introducción del tema del doble y de un mundo que no es el nuestro en el que abundan los seres como la otra, el doble.
La joven vampira se devora con interés en una tarde, pero te deja pensando en ella muchísimo tiempo después, sobre todo en cómo es posible que se haya tardado tanto tiempo en editar en castellano semejante pedazo de obra con tan original enfoque sobre el vampirismo.
La novela emplea un lenguaje accesible y posee una capacidad de enganche absoluta que hace de ella un querer saber más y más acerca de lo que va a pasar.
Por último, y aunque esto sea un puto cliché, no puedo dejar de recomendar este libro a los vampirófilos declarados, a los buenos, a los puros. Les sorprenderá muy agradablemente.