La joya en la frente, de Michael Moorcock
Siempre he considerado a Michael Moorcock como uno de los grandes desconocidos de la literatura fantástica del siglo XX, uno de esos autores cuyos personajes superan la fama de su creador. Elric de Melniboné y su espada Tormentosa (Stormbringer en el original) siempre le han hecho sombra. Con una comunidad de aficionados bastante amplia, cimentada sobre todo en jugadores de rol de mesa que han acabado acercándose a sus libros gracias al juego ambientado en su universo. Pero el trabajo de Michael Moorcock, nacido en Reino Unido en 1939, va mucho más allá. Su estilo se basa en relatos cortos entrelazados argumentalmente y se fundamenta en la Espada y Brujería iniciada por Robert E. Howard (creador de Conan), término que él mismo ayudó a acuñar. La fantasía oscura de Michael Moorcock nace como contrapunto a la fantasía épica que tan de moda puso J.R.R. Tolkien a mitad de siglo. Los personajes blancos o negros y los mundos que luchan por encontrar el equilibrio, se dejan a un lado. La ley y el caos, propiedades muchísimo más amplias a nivel moral, entran en juego. Protagonistas atormentados que buscan la redención a toda costa, regiones oscuras gobernadas por la mano de la autocracia, dioses egoistas que engañan a sus feligreses… Son el pan de cada día en los mundos que han salido de la imaginación de Michael Moorcock.
Y así es como llegamos hasta La joya en la frente que pertenece a la saga de El bastón rúnico. La acción se sitúa en nuestro mundo, en una época en la que después de los acontecimientos de “El milenio trágico” la sociedad ha vuelto a la era medieval, pero con ese toque característico del autor: criaturas deformes, ornitópteros de uso militar, flamencos que se usan como monturas y el trasfondo de un gran imperio oscuro que lucha por la dominación de todo el continente europeo. En esta tierra devastada por las ansias de poder, el conde Brass sigue luchando por sus tierras de la región francesa de Camarga, intentando rechazar los ataques del Imperio Oscuro de Granbretan, mientras que Dorian Hawkmoon, duque de Colonia, es expulsado de sus tierras y llevado a los calabozos de Londra, capital de Granbretan.
El relato está dividido en tres grandes partes y a su vez en capítulos, por lo que se deja de leer sin llegar a resultar demasiado pesado. En el primero de ellos se nos presenta al conde Brass y a la pequeña región francesa de Camarga que continúa resistiendose al Imperio Oscuro. En la segunda parte se nos presenta a Dorian Hawkmoon, protagonista en nuestra historia, las torturas a las que es sometido en la capital del imperio y cómo consigue escapar hacia Camarga para liderar una batalla épica. En la tercera, Hawkmoon viajará hacia Persia en busca de un hechicero capaz de librarle de las secuelas de su estancia en Londra. La narración no es uno de los puntos fuerte de Moorcock: la acción está muy sesgada con algunos saltos bastante incomprensibles y la mayoría de los diálogos son muy planos y llenos de clichés, pero, aun así, el mundo al que nos transporta el autor, el carisma de sus personajes y los elementos fantásticos salvan la papeleta y forman un conjunto la mar de entretenido. La saga de El bastón rúnico también pertenece a la mitología del Multiverso que Moorcock ha desarrollado en la mayoría de sus novelas: un prisma dimensional en el que sus protagonistas son avatares de la misma entidad (El campeón eterno) en diferentes universos y, aunque en este primer libro de la saga se hable muy poco al respecto, hay pequeñas pistas de lo que vendrá más adelante.
Yo empecé a leer Moorcock con la saga de Elric de Melniboné y es una experiencia que no recomiendo para la gente que no esté demasiado acostumbrada a leer fantasía ni al autor. A pesar de que, a mi modo de ver, es uno de los personajes más interesantes de toda su bibliografía, el mundo en el que se desarrolla la historia de Elric se distancia mucho del nuestro y la manera de narrar de Moorcock no ayuda para nada a que nos sintamos cómodos. Pero todo esto es algo que no ocurre con El bastón rúnico: los lugares, las etnias y la ambientación general es fácilmente reconocible y nos ayuda a centrarnos en la narración y en los personajes. A su vez, la historia que se nos cuenta no es nueva para el continente europeo: un gran imperio que intenta expandirse y tomar el control por la fuerza. Pero lo genial es la manera en la que el autor le da a todo un toque fantástico sin que llegue a sonarnos del todo desconocido lo que nos está contando, como un reflejo oscuro de la historia de nuestro continente.
Teniendo en cuenta que la saga de El bastón rúnico llevaba ya un buen par de años descatalogada, estamos ante una oportunidad perfecta para empezar a hacernos con uno de los mejores libros de Michael Moorcock. En definitiva, que ya estamos deseando que Edhasa publique los restantes de la saga para continuar con las aventuras de Dorian Hawkmoon y el conde Brass.