La justicia de los errantes, de Jorge Díaz
Según la RAE, la palabra anarquía tiene dos significados: ausencia de poder público y desconcierto, incoherencia, barullo. Más allá de las explicaciones académicas, cuando empecé “La justicia de los errantes” supe que me iba a encontrar con una historia que, con personajes reales, me iba a hacer embarcarme en un viaje sin retorno a una época de nuestra historia que, si bien suele pasar desapercibida para el gran público, no dejó de sentar unas bases que echando la vista atrás, no deja de sorprenderme. Porque aunque nosotros sigamos adelante, la historia nos recuerda, una y otra vez, que en una guerra siempre hay víctimas y verdugos y que, a veces, es muy difícil diferenciar a unos de otros.
Esta es la historia de un exilio. De una huida por todo el mundo, a través de los ojos de dos anarquistas que luchan por salvar sus ideas, su vida e incluso por crear un mundo mejor donde la dictadura no ha dejado hueco para las libertades. Desde Barcelona hasta Santiago de Chile, paseamos de la mano de personajes que dejaron atrás su vida para dedicarse a una causa común, mientras son perseguidos en el juego del gato y el ratón. En una lucha sin salida que, tristemente, no puede dejar un buen final.
Dolor. Ese es el sentimiento principal. Después, injusticia. Porque las huidas forzadas siempre me han parecido tan injustas como innecesarias. Más tarde, simpatía. Porque entre tanta sangre y pólvora, el amor está presente allá menos donde te lo esperas. Después de unos minutos, cansancio. Porque los esfuerzos por mantener viva la esperanza siempre son a costa de gastar una gran energía. Y, por último, descanso. Porque aunque todo acaba, porque aunque siempre se llega a un final cuando se cierran las tapas de un libro, has viajado por tantas emociones que acabas necesitando respirar. Y pensar, sobre todo pensar. Porque Jorge Díaz ha conseguido que, con “La justicia de los errantes”, me pare a pensar en todas aquellas vidas que se pierden por la lucha de un -ismo que, muchas veces, es absurdo; me ha hecho reflexionar sobre cómo el ser humano puede sacar sus peores instintos, regalando al mundo un odio tan extremo que es imposible describirlo con palabras exactas; y me ha dado claridad a momentos de la historia que, para mí, estaban completamente nublados. Y es que no hay que dejar de prestar atención a las descripciones que Jorge Díaz hace de los lugares, de la época, de las ideas, y de la política que vivimos no hace tanto tiempo.
“La justicia de los errantes” es y no es una historia real. Lo es, porque los personajes que aparecen existieron. No lo es, porque el autor mismo explica que ha intentado recrear lo que él cree que sintieron los protagonistas. Pero no importa si es verdad o no, porque no le sobra ni un ápice de exquisitez a la novela. ¿Alguna pega? Que tal vez tantos viajes, te hagan perder un poco de fuerza a la hora de leer lo que sucede, pero es que la vida del exilio es la historia de un viaje interminable. Y al final, cuando lo único que te queda es luchar, los sacrificios están a la orden del día. No creo que la historia de “La justicia de los errantes” sea una historia fácil, que pueda llegar al fondo de muchos lectores, pero lo que sí creo es que el autor ha tenido mucha valentía. Ha sabido transformar rigor histórico con novela interesante. Y hoy en día, encontrar a un autor que te ayude en la lectura a entender mejor lo que sucede en ella es muy importante.
Y es que, en esta novela, la realidad y la ficción se entremezclan dando paso a una historia que conmueve, que te da rabia y que emociona.