La lista del bebé, de Esther Escapa Castro
La lista del bebé es un libro nacido (nunca mejor usado el verbo) de la pura necesidad, que es, como sabemos, la mejor universidad (y, también parece, la mejor inspiración): la de una madre primeriza –la autora, Esther Escapa Castro– que, según avanzaba su primer embarazo, se dio cuenta de que le resultaría muy útil hacer una lista de todas las cosas que necesitaría el bebé y, por extensión, también ella misma.
La lista fue creciendo y, luego, fue pasando de amiga en amiga, cada una de las cuales añadía un producto más que encontrara a faltar y que le pareciera importante. Pues bien, básicamente esa lista es lo que La lista del bebé pone a disposición de cualquier madre o padre inminente o reciente.
Se trata de una guía de compras, con sugerencias, explicaciones de qué es cada producto, cuando pueda quedar algo opaco para los profanos (y, créanme, sucede con muchos de los productos de la lista); la opinión de Esther Escapa Castro sobre si es realmente imprescindible o no e, incluso, sobre si ella lo utilizó, si le gusta, etc.
Debo confesar que no he leído muchas guías de compras, pero, si las hubiera leído, seguramente opinaría que La lista del bebé es una guía diferente a las demás. Y es que la redacción es tan amena y tan en primera persona, y Esther Escapa escribe de una forma tan salada y cariñosa, que yo, al menos, la leí como una especie de novelita, o diario ficticio, de una mamá primeriza en apuros, al estilo de El diario de Bridget Jones y otras novelas jocosas y ligeras similares. Porque Esther Escapa escribe como madre; no es puericultora, ni pediatra, ni educadora infantil, ni nada, y se limita a compartir con nosotros su experiencia. Y, como todo cúmulo de experiencias personales, las hay que fueron un éxito, las hay graciosas, las hay embarazosas (otra palabra muy apropiada en este contexto) y las hay que, a pesar de que para la autora no fueron un éxito en ese momento, se convirtieron en edificantes lecciones que ella ahora comparte con los lectores. Además, pese a que la escritura y el contenido es eminentemente práctico –el objetivo es ayudar, sobre todo, a la madre a identificar necesidades de primer orden y algunas de segundo o tercero, pero que está bien tener en mente, y saber cuáles son los productos disponibles en el mercado, aparte de darle pistas sobre cómo elegir entre toda la variedad disponible para cada producto–, la autora también está contándonos sus vivencias, con lo cual hay sitio también para consideraciones más profundas; el ejemplo más claro de esto es el capítulo dedicado al sacaleches y, de rebote, al tema de la lactancia materna y las posturas y reacciones que suscita, a veces algo extremas.
En resumen, La lista del bebé es un libro especialmente recomendable para la futura madre o la que lo haya sido recientemente y, por extensión, para toda la familia cercana al recién nacido; pero también puede gustar al lector que quiera saber más sobre el maravilloso pero complicado y siempre trabajoso mundo de las necesidades cotidianas del bebé. Incluso diría que puede servir para abrir los ojos a algunos, pero eso ya lo dejo en manos de cada cual.
La lectura de La lista del bebé también sirve como pequeño espejo de nuestra sociedad articulada en torno al consumo, el gasto, el marquismo y la creencia de que mayor precio es igual a mayor calidad; así como para preguntarnos, si queremos, sobre cuántas de las necesidades que damos por ciertas lo son realmente, y cuántas son necesidades creadas. En el caso de los niños, es difícil que nos cuestionemos nada de esto, porque preferimos pecar de exceso que de defecto, en la creencia de que así somos mejores padres y educadores, así que compramos religiosamente todo lo que se supone que deberíamos. Pienso en la generación de nuestros padres (qué decir de la de sus padres), que, sin cochecito ‘transformer’, sin esterilizador, sin arrullo y sin hamaquita, y prácticamente sin la mayor parte de los artículos que hoy son casi de obligada adquisición, salieron en su mayoría con una salud a prueba de bomba y con una educación sin tacha.
Pero ése seguramente ya es otro tema.