A los nueve años a todos nos gusta jugar con nuestros amigos, estar con nuestros padres, leer, dibujar, y un montón de cosas que consideramos entretenidas. Pero estoy segura de que tener visiones no entra dentro de nuestros planes.
Ángeles en un árbol, ángeles caminando entre segadores… Ese tipo de visiones eran las que tenía un niño que vivió en el Londres de mediados del siglo XVIII. Un niño que se convirtió en poeta, pintor y grabador.
Él fue William Blake. Y con el día de su muerte, el 12 de agosto de 1827, comienza Sandra Andrés el magnífico prólogo del libro que hoy os traigo. Una novela que enlaza al genio con el profesor Peter White y su hija Rachel. Una chica tremendamente inteligente que deberá descifrar una serie de mensajes ocultos en las grandes obras de arte después de que su padre muera de forma extraña. ¿En qué estaba metido? ¿Qué relación tenía Peter con William Blake y con su profecía del ángel caído? Haciendo de tripas corazón, Rachel emprenderá el viaje más importante y peligroso de su vida junto a sus amigos Andrew, Nicholas y el misterioso Albion, para que la verdad salga a la luz y la oscuridad no gane la batalla.
Dicho esto debo recalcar que para mí siempre es un placer leer a esta mujer, que ya me enamoró hace años con la novela Ex Libris. Desde entonces no he podido desengancharme de su magnífica pluma, que de nuevo en La llave de Blake me sorprende y me llega al alma. Las palabras que utiliza para narrar lo que experimenta Rachel poseen vida propia y traspasan las páginas. Se palpa totalmente la búsqueda e investigación que hay detrás, y se nota que Sandra ha trabajado minuciosamente para regalarnos esta obra.
Novela con un ritmo trepidante que nos transporta a diferentes ciudades europeas —maravillosamente descritas y analizadas— donde seguimos las pistas junto a la protagonista. Y como tiene un hilo muy fácil de seguir, nos empuja a seguir leyendo sin descanso. Además, la historia se caracteriza por una gran riqueza de personajes.
¿Y los capítulos? ¿Cómo están enfocados? Pues de un modo muy interesante, ya que por un lado tenemos los que nos muestran instantes de la infancia y juventud de William Blake, así como otros más misteriosos que tienen lugar hace siglos; y, por otro lado, los que se centran en el pasado y presente de Rachel. Todos ellos se alternan a lo largo de la novela para que entendamos que todo forma parte de un mismo puzle.
Pero para encajar todas las piezas y resolver el misterio se necesita de una mente privilegiada, una mente despierta como la de Rachel. Una joven que me ha recordado en determinados aspectos a Helena Lennox —si habéis leído a Victoria Álvarez sabéis de quién hablo, y si no, ya estáis tardando— y también un poco a Tirso Alfaro —buscador nato envuelto en el robo y enigmas de obras de arte—, de la trilogía Los Buscadores, de Luis Montero Manglano.
Y es que el tema de los enigmas es clave igualmente en La llave de Blake. Enigmas y símbolos ocultos que se esconden dentro de los cuadros para concedernos el honor de zambullirnos de lleno en esa aventura que debe afrontar Rachel, haciendo que nuestro cerebro trabaje al máximo. Porque no es solo una lectura sin más para pasar el rato, es un juego mental.
Un reto. El Mal sobre el Bien. ¿El moderno o… el antiguo Prometeo? Pintor y pintura. Creador y criatura. Y… el dragón rojo. ¿Quién o qué es? No os puedo decir, pero Sandra Andrés logra que lo imaginemos a la perfección. Y no solo eso, sino que consigue que casi toquemos con los dedos esos cuadros rebosantes de magia que son puertas a algo desconocido, casi como espejos encantados.
Cierto es que los cuadros siempre me han producido respeto, pero también una pizca de temor. Porque son fragmentos de la historia que permanecen en el tiempo. Son un pedazo del alma del artista. Y esta novela, que no tiene nada que envidiar a obras como El retrato de Dorian Gray o El código Da Vinci, así lo refleja y así nos lo hace ver, viajando en el tiempo, desafiando a la mente humana y a lo que no estamos preparados para entender.
Demonios, monstruos, el Apocalipsis, secretos paranormales y… el amor. Pero, ¿qué esconde el universo? ¿Y el ser humano? ¿Cuál es la verdad? ¿Cómo podemos llegar a ella? Solo tenéis que introducir La llave de Blake en la cerradura correcta y la novela abrirá esa puerta que tal vez pueda resolver vuestras dudas.