Reseña del libro “La llegada del cometa”, de Tove Jansson
No tengo claro qué habría pensado ni cómo me habría sentido si hubiera descubierto a los Mumin de pequeñaja. Hacerlo en la cuarta década de mi existencia me produce cierto malestar, pero a la vez la ilusión de que aún queda mucho mundo ahí fuera. La llegada del cometa fue el primer libro infantil publicado de Tove Jansson en 1946, tras 7 años de publicaciones periódicas con la Segunda Guerra Mundial de fondo.
Posiblemente de ahí sea el tema tratado con tanto respeto y ternura del inminente final del mundo al estrellarse el cometa que se acerca al Planeta Tierra. Este es el mensaje que descubren en su viaje del héroe Mumin, el trol con pinta de hipopótamo blanco, y sus curiosos amigues. Al menos, para una lectora no finlandesa como es mi caso. Las referencias a la cultura nórdica están tanto en los personajes, como en los mitos o los accidentes del paisaje que recorren hasta llegar al observatorio donde les confirman el terrible rumor.
Su odisea particular parte del Valle de los Mumin, un idílico paraíso que Tove Jansson sabe representar sin caer en un aire bucólico o empalagoso ni en la espeluznante propaganda que domina la literatura infantil en los últimos tiempos. Quizá por eso es tan refrescante leer sus historias. Aunque cuenta con arquetipos como la familia heteronormativa, el amigo filósofo y el avaricioso o la novia superficial, los trata como lugares dentro del trayecto del crecimiento. Y no desde el esencialismo ni, por supuesto, dando lecciones sobre quienes son los buenos y quienes los malos.
Mumin y Sniff descubren la cueva que jugará un papel protagonista en el desenlace de la historia. Y eso es bello, muy bello. Al fin, una escritora que reconoce la mirada infantil y su potencial. Una adulta que al escribir La llegada del cometa advierte a las lectoras adultas de que si no escuchamos y atendemos a las criaturas será el final del mundo. O así lo he leído yo que estoy bien harta de escuchar a los mayores. Aunque los personajes adultos de la historia están lejos también de servir de guías. La autora decía que la literatura infantil podía señalar un camino pero que nunca debería llevar de la mano a les peques.
Esta es una lectura deliciosa que te invito a compartir con las criaturas de tu entorno, porque además de las aventuras y de los graciosos diálogos, las páginas están llenas del arte de Tove Jansson y de su estilo poético: “El río bajaba con la prisa y la impaciencia del que ha estado mucho tiempo fuera y ahora siente que ya casi está llegando a casa” (p. 45). Y por último debo confesar que adoro su aire anarquista, que es un soplo de esperanza para vivir con sentido: “Todo se complica más cuando se quiere ser propietario de las cosas -dijo Snufkin con tono amistoso tras sentarse a su lado. Yo sólo las miro, y cuando me voy las llevo en la cabeza y así puedo hacer algo más divertido que llevar un montón de sacos a cuestas” (p.41).