Desde que leí Las uvas de la ira, John Steinbeck está en el altar de mis autores predilectos, y con La luna se ha puesto me ha demostrado de nuevo su maestría. Qué fácil parece escribir cuando se lee a autores que lo hacen tan bien, sin necesidad de palabras rimbombantes ni de continuos giros de trama para mantenernos pegados a sus palabras.
La luna se ha puesto es una novela corta (ciento ochenta y cuatro páginas en la última edición de Edhasa) que nos relata cómo un ejército extranjero invade un pueblo, con el propósito de explotar su mina de carbón y su pesca, pero los habitantes se resisten a seguir sus órdenes. La historia es sencilla a simple vista; sin embargo, cala frase a frase y nos mantiene con el corazón en un puño hasta el desenlace, deseando que ese pueblo desarmado, que para los invasores no pinta nada, se haga valer. Porque, como bien plasma John Steinbeck en esta obra, toda derrota es momentánea.
Hay varias cosas que me llamaron la atención durante la lectura de La luna se ha puesto. Por un lado, que todas las escenas se desarrollan en interiores y hay mucho diálogo, por lo que me daba la impresión de estar presenciando una obra de teatro. Además, al principio, los personajes y las situaciones tenían un toque cómico, como si se tratara de un sainete, lo que hacía la lectura muy agradable, aunque también ponía de relieve lo absurda que es la guerra y cualquiera de sus justificaciones. Por otro lado, el hecho de que nos presente las flaquezas de los invasores, en lugar de las de los invadidos. Quieren dejar de ser soldados para ser hombres, que los miren con admiración en vez de con recelo u odio, regresar a sus casas de una vez. Ellos son los que han conquistado, pero también son los que ven enemigos por todas partes, los que tienen miedo y se sienten cercados.
Al finalizar la lectura, me dio por mirar en que año se publicó esta novela por primera vez, puesto que se menciona al Führer. Vi que fue en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Pero descubrí algo más: en otras traducciones, en vez de «Führer», pone «líder». A pesar de que en la novela aparecen un par de referencias que aluden a la Alemania nazi, creo que es un error haber sustituido un término genérico como «líder» por el reconocible «Führer». Además, contradice lo que se explica en la contraportada: «En una época imprecisa, un pueblo sin localización y un ejército anónimo protagonizan una guerra que bien pudiera ser cualquiera». Supongo que Steinbeck buscó esa imprecisión porque es la que convierte esta historia en universal, al igual que sus reflexiones contundentes, que nos sacuden página tras página.
Me impresionó cómo John Steinbeck retrató las consecuencias del capitalismo en Las uvas de la ira, y en La luna se ha puesto lo ha hecho de nuevo al mostrarme las costuras e hilos sueltos de los conflictos bélicos. Un alegato contra la guerra cautivador.
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