La luz es más antigua que el amor, de Ricardo Menéndez Salmón
Un alegato a favor de la libertad creadora y del compromiso y la independencia frente al poder del artista en forma de narración de la vida de tres pintores de diferentes épocas, dos inventados (Adriano de Robertis y Vsevolod Semiasin) y uno real (Mark Rothko), todo ello articulado en torno al enigma del destino de la obra La virgen barbuda del primero de ellos, y con el hilo conductor las vivencias de otro personaje inventado, el novelista Bocanegra, cuya experiencia creadora, es decir, su vida, sintetizada en tres momentos concretos de ésta, sirve para dar sentido a la obra como un todo complejo, hermoso y emocionante.
No entraré en muchos más detalles. Sea más antigua que el amor o no, lo que tengo claro de la luz en este caso es que el breve resumen anterior ha arrojado poca sobre la obra. No importa, no es la intención de este texto explicar el texto, algo por lo demás imposible porque esta obra, como todos los buenos libros, no se entiende sin la parte fundamental de la ecuación que es el disfrute, las sensaciones del lector. En todo caso, lo que modestamente pretende esta reseña es excitar la curiosidad por la obra, y para eso es conveniente mantener ese cierto halo misterioso que rodea a todo libro cerrado.
Ricardo Menéndez Salmón es uno de los escritores españoles actuales más interesantes y más originales, y puede que también uno de los más complejos. Lo que más me llama la atención de su estilo narrativo es la extraordinaria precisión de que hace gala en su uso del lenguaje, uno tiene la sensación de que en sus textos es imposible cambiar una sola coma, un solo término, porque lo que quiere decir no se pude decir de otra forma que la que él elige. No es un autor fácil, qué duda cabe, y creo que es así no sólo por su erudición y su ausencia de concesiones, sino porque se me antoja que escribe novelas con parámetros de autoexigencia propios de los cuentos: nada sobra, nada falta, no hay relleno ni descanso. Por eso su lectura en ocasiones es extenuante, pero también y en la misma medida gratificante.
Un libro para amantes de la literatura, un libro para amantes de la pintura, una historia de pintores y escritores: probablemente la pintura sea la más literaria de las bellas artes, exceptuada, claro está, la literatura y es curioso lo bien que funcionan los pintores como personajes literarios. Me llama la atención que es la segunda vez que me encuentro al mismo pintor real como personaje de una novela ya que Mark Rothko aparecía en Barbazul, de Kurt Vonnegut (siempre pensé que Rabo Karabekian, el protagonista, estaba en gran parte inspirado el pintor real cuya vida, por cierto, también fue llevada al cine con notable resultado) que poco o nada tiene que ver estilísticamente con la presente obra más allá del compromiso creador de ambos con la libertad. No deja de ser interesante la coincidencia.
Antes que La luz es más antigua que el amor, el autor se embarcó en una arriesgada aventura conocida como “La trilogía del mal”, compuesta por tres interesantísimas novelas, La Ofensa, Derrumbe y El corrector, un trabajo oscuro y claustrofóbico cuya segunda entrega, Derrumbe, no sólo es probablemente la mejor novela española de lo que va de siglo que haya leído, sino que es de los pocos libros con los que he llegado a sentir físicamente si no miedo sí angustia. Ahora el autor explora un registro igualmente ambicioso pero bien diferente sin perder, eso sí, sus señas de identidad y el resultado es francamente recomendable. Mi capacidad de mirar es tal que mis ojos terminarán por consumirse. Y este desgaste de las pupilas será la enfermedad que me llevará a morir. Una noche miraré tan fijamente en la oscuridad que terminaré dentro de ella, recuerda Menéndez Salmón que dijo Rothko. Él también miró fijamente a la oscuridad a los ojos en su trilogía, pero afortunadamente no terminó dentro de ella sino que supo salir y regalarnos ese canto a la luz y a la belleza que es este hermoso alegato a favor de la creación y de los creadores.
Andrés Barrero
andres@detestomolestar.com
Tu reseña es muy linda, aunque el libro no me atrapa, sobre todo porque no me gusta la pintura; sin embargo disfruté de leerte y por eso te felicito: claro, conciso, directo ¡saludos!