Reseña del libro “La madre ballena y otros cuentos”, de Víctor Catalá
La madre ballena y otros cuentos es una de esas obras donde todos los que han participado para sacarla adelante tienen algo maravilloso que aportar, tenemos al autor Víctor Catalá, que vuelve al mercado literario después de 154 años de su nacimiento (en realidad es autora, pero de eso hablaré más tarde), a Care Santos (escritora y crítica literaria nacida en Mataró en 1970), a Elena Ferrándiz (una de mis ilustradoras predilectas y a la que puedes encontrar en otras maravillosas reseñas en el blog, bien ilustrando únicamente títulos igualmente especiales o siendo a su vez autora de los mismos) y por último a Nórdica Libros (la editorial responsable de unirlos a todos para dar vida a esta obra). Como bien reza el nombre, estamos ante una recopilación de cuentos que ahora podemos disfrutar en un mismo volumen.
Víctor Catalá nació en Girona en 1869 dentro de una familia acaudalada que le dio libertad para estudiar lo que quiso y para después dedicarse al difícil oficio (para las mujeres) de escribir. Lo suyo era un talento innato y ya con casi 30 años participó en un concurso de relatos con una obra que fascinó al jurado y le dio el premio gordo. La consideró muy valiente y aunque era un tanto macabra y terrorífica si le aplicaba unos leves cambios podrían publicarla como se prometía en el concurso… hasta que saliendo del seudónimo con el que tenían que participar descubrieron que era una mujer y ahí la obra pasó a ser algo que no se podría publicar porque era demasiado exagerada y la sociedad no iba a entender que hubiese salido de una mente femenina. Así que Caterina Albert i Paradís se puso un nombre masculino y empezó a publicar con él sin ningún tipo de problemas.
Y llegamos con esto que tan bien nos explica Care Santos en el prólogo, a La madre ballena y otros cuentos, que contiene seis historias:
- La novia Piu
- La vieja
- El diente de rastrillo
- Carnaval
- El antojo
- La Madre Ballena
Las ilustraciones de Ferrandiz son, como viene siendo habitual en su trabajo, de una delicadeza preciosa. Su manera de entender los relatos y de plasmar en las miradas, en el agua, en las sombras proyectadas, lo que el autor decía con palabras, es un gusto para los sentidos, una contemplación relajante de historias que no lo son tanto.
El relato que da título a la obra, por ejemplo, La madre ballena es de un dramatismo inesperado, que conjuga drama y vida por igual. Su narración es pulcra y veraz. Logras sentir el mar, las olas, el frio y la enfermedad, el dolor y la rabia.
Es asombrosa la capacidad de describir de forma natural la violencia de la sociedad en general y del individuo en particular, y el uso del lenguaje para que esa naturalidad florezca y nos deje un regusto amargo, pero a la vez satisfactorio.
Ha sido todo un descubrimiento personal esta autora, con La madre ballena y otros cuentos, pasa a engrosar la lista de escritores de relatos a tener en la mesita para acceder a sus cortas historias cada vez que se necesiten.