La mala suerte, de Marta Robles

la mala suerte¿Será posible, la paliza que me ha hecho darme? ¡Que uno ya tiene una edad provecta para pasar estos calores, estos desplazamientos y estos dolores de espalda después de tanto buen sexo! Con lo bien que estaba yo aquí, investigando infidelidades y cuernos, casos que me resultan muy rentables, fáciles y divertidos, y aparece ella de la nada, aún no sé ni cómo, y acerca su boca A menos de cinco centímetros de mi oreja para proponerme un nuevo caso. Me susurra, como si tuviera miedo de que alguien más escuchara, un nombre, Amanda Varela, una hora y un lugar, el Comercial, y se esfuma, sin siquiera dejarme observar sus kilométricas piernas, que no son de vaca pequeña, precisamente. Y yo, que a mis sesenta y dos años no sé decir que no a una mujer, le digo a mi hacedora y cuentista, Marta Robles, que vale, que lo haré por los favores debidos y los recuerdos compartidos, mientras, apurando el whisky y con el corazón a mil, me digo a mi mismo, como siempre que la habitación se llena de su aroma, “relájate, amigo, es solo una mujer guapa”, y sigo disfrutando de Willy DeVille, Elvis o Nancy Sinatra en la biblioteca en la que he convertido mi pisito.

Y en esas estoy. Un ex corresponsal de guerra metido a detective privado, aceptando un caso en apariencia perdido (que, por otra parte, son los que me ponen cachondo). Y sí, un caso difícil, porque investigar la desaparición de una adolescente dos años después de que la búsqueda por parte de Guardia Civil, UCO y otros cuerpos policiales no haya dado fruto alguno y de que, con lógica, prácticamente todo el mundo esté convencido de que la pobre está criando malvas, es algo más que un caso difícil, sí. Es un caso jodido, diría yo, por mucho que quien te lo encargue sea una madre, adicta al vino blanco con hielo, (¡vino blanco con hielo!), y desesperada por saber algo de su hija.

Pese a todo esto, me veo con fuerzas de poder sacar algo en limpio, algo que se haya pasado por encima, algo que un par de ojos nuevos pueden apreciar en contraste con la mirada acostumbrada y  enrutinada de aquellos que han llevado a cabo la investigación. Sí, no sé si lo conseguiré, pero entre Actrones y Actrones, a falta de Neocibalena, cuando mis migrañas me lo permitan, voy a poner todo mi empeño en encontrar a esa chica viva o muerta.

¿Por dónde empiezo?

“Nunca se sabe cuándo un día puede ser diferente a los demás y cambiarlo todo”

¿No me digáis que esta frase no es un gran comienzo para una novela negra? Es de esas que, se quedan grabadas como la frase inicial de Anna Karenina. Una frase sentenciosa que resume una realidad y que no es que te obliguen a seguir leyendo, sino que sientes las manos que te empujan a ello delicadamente y cuando te das cuenta, ya llevas medio libro leído y llegas tarde a todas partes. La Robles escribe de manera cercana, no se anda con rodeos, va al grano. Describe lo que tiene que describir y cuando tiene que hacerlo, y cuando no, se limita a contar lo que pasa, lo que sienten o piensan los diversos personajes, alternando capítulos del pasado, –de antes de la desaparición–, con el presente, sin hacernos perder el hilo y con mucha labia y fluidez. Tiene oficio, la jodida.

Pero sobre todo, lo que palpita de fondo, y no tan de fondo, en esta novela, son las reflexiones sobre la paternidad/maternidad. Sobre si el ser padres es un acto de bondad o de egoísmo, sobre las múltiples, legales e ilegales formas de tener hijos y sobre el negocio del que algunos sacan tajada aprovechándose de vulnerabilidades personales, inocencias, lagunas del sistema…

La mala suerte habla, como buena novela negra, de corrupción, de los males de la sociedad actual, de malos tratos, de secretos y mentiras, de hacer la vista gorda, de la delgada y a veces invisible línea que separa el bien del mal y de la oscuridad que todos tenemos dentro y que podemos liberar si se dan las circunstancias adecuadas.

“Durante mucho tiempo, antes de ser detective, cuando iba de guerra en guerra, micrófono en mano, escuchar con atención podía salvarme la vida. Supongo que por eso escucho bien y hasta saco cosas en claro.”

Las localizaciones me llevarán desde el restaurante más normalito, o seamos claros, más cutre de Madrid, al lujo más blanco de las mansiones de Mallorca. Sin problema. Me adapto a todo.

En cuanto a los personajes con los que me he cruzado, están bien trabajados, son bastante tridimensionales, te los crees, tienen su personalidad propia y definida, sus motivos, ocultos o no,  y, sobre todo, saben hacerme disfrutar de los diálogos (si bien, me hago cargo y sé que hay veces que me hago algo redicho y sabihondo explicando el origen de tal o cual refrán o la genealogía de esta o de otra canción). El ritmo es ágil, el estilo directo, la trama está muy bien construida e hilada e incluso, por desgracia, puede que parezca incluso demasiado real. En cuanto al final, me gusta. Es resultón y convincente y dentro de la lógica, aunque no por ello más esperado.

Por último, tengo que agradecer que a mis años, (bien llevados, eh, eso por delante), mi hacedora todavía me regale encuentros sexuales de altísimo voltaje con hermosas, hermosísimas mujeres, aunque no sean fatales, capaces de hacer lo que hacen con la boca y provocarme un encoñamiento tal que es capaz de desviar mi atención del caso. Encuentros que en sus detalladas descripciones sobrepasan el mero erotismo y bordean lo pornográfico… ¿Y qué? ¡Que me quiten lo bailado!

¿Qué más puedo decir de esta novela, la segunda del género negro de la autora? Pues que si en la anterior el debut fue un libro imprescindible dentro del noir, en esta ocasión no lo es menos y La mala suerte se erige como digna continuación de las andanzas del detective. Está visto que el negro le va a la Robles como anillo al dedo y que puede volver a susurrarme otros encargos al oído cuando guste de hacerlo.

Estaré esperando…

2 comentarios en «La mala suerte, de Marta Robles»

  1. Me ha gustado mucho “La mala suerte”. Toca un montón de temas muy crudos, relativos a los embriones, la maternidad subrogada y los malos tratos, pero con mucha sensibilidad y sin juzgar. He leído por ahí que alguien piensa que los datos son excesivos, pero yo he aprendido mucho y me parece que no sobra nada de lo que cuenta. Además el libro tiene mucho ritmo y te lo acabas en dos días.

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