Hoy es domingo. Debería estar dando mi paseo dominical pero los dos grados que hay en la calle han hecho que empezara a remolonear y que abriera el portátil en vez de coger las deportivas. Se me ha ocurrido que era el momento perfecto para hablaros del libro que me leí ayer. Sí, ayer; lo empecé como el que no quiere la cosa, intentando encontrar algo que me distrajera un rato y acabé leyendo el libro de principio a fin.
Y eso es mucho decir, porque si bien suelo devorar los libros, no acostumbro a tener un ritmo de lectura tan alto y menos cuando leo varias obras a la vez. Pero este libro… me enganchó como una droga.
Se trata de La maldición de Nergal, escrito por Francisco Olmos, un thriller que se desarrolla en la Inglaterra del siglo XIX. La novela empieza fuerte: el protagonista, James, un periodista que intenta conseguir una buena exclusiva, se encuentra con un cadáver. El hombre murió degollado. Cuando llega a la redacción le dicen que comunique la noticia en un artículo, pero que no sea demasiado extenso ya que no da para más. Hay otra persona que ocupa las planas y cuyo protagonismo no se puede combatir: Jack el Destripador. James se va resignado y al poco tiempo encuentra otro cadáver, muerto en las mismas circunstancias que el anterior.
Convencido de que se trata de un asesino en serie, se pone a investigar. Sabe que esa historia será la que le lleve a lo más alto, en el periódico será alabado por haber descubierto quién es el asesino que está dejando un reguero de cadáveres por Inglaterra. Pero, al ponerse a investigar, descubre que algo oscuro está detrás, mucho más peligroso de lo que él se pensaba en un principio. Aun así, hará todo lo posible por conseguir averiguar la verdad.
Estamos ante una novela de tintes góticos. Toda la atmósfera de este libro es oscura y tétrica y esto lo va a descubrir el lector a medida que avanza en la historia. Al contrario que otros libros basados en una época diferente a la nuestra, este no se anda con rodeos, no se toma un tiempo al principio para poner al lector en situación. El primer asesinato llega de golpe y el lector tiene que recolocarse en el asiento porque sabe que la acción acaba de comenzar. Ya tendrá tiempo después de entender qué está pasando, lo importante es que sabe que se está enfrentando a un libro en el que la tensión no va a decaer.
Y eso es así, Francisco Olmos sabe que no tiene tiempo que perder, su novela es muy cortita (tiene unas doscientas páginas) y necesita contarte todo lo que pasa para que tú, lector, no sueltes el libro ni un solo momento. ¡Y vaya si lo consigue! Os diré que los asesinatos se van sucediendo a lo largo de las páginas y que, junto a los delirios que sufre nuestro protagonista porque de vez en cuando se le va de las manos su consumo habitual de opio, el ritmo es incansable.
En cuanto a la narración todo es muy fluido, el lenguaje nada rebuscado del autor facilita mucho la lectura y el meterse en materia. Los diálogos son muy abundantes, pero concisos, que ayudan a obtener la información necesaria sin detenerse en explicaciones superficiales o que no interesan en la historia. Quizás sí me hubiera gustado una ambientación un poco más elaborada, pero eso ya va con mi gusto personal, porque particularmente me engancha muchísimo esa época y creo que se hubiera podido exprimir más. Pero como digo, es algo personal ya que esto no influye en la calidad de la novela.
Y es que es muy probable que el que se enfrente a este libro obtenga lo que está buscando: mucha intriga, rompederos de cabeza, oscuridad, confusión y alguna que otra sorpresa.
Me gusta especialmente, y esto lo tengo que destacar, la evolución de James, el protagonista. Al principio es un personaje un poco soso —no porque esté mal hecho, sino por su propia personalidad—. Es como si no encontrara su lugar en el mundo. Está en la redacción porque tiene que estar, pero tampoco está haciendo algo que le apasione, ya que no tiene el reconocimiento que le gustaría. Cuando se junta con sus amigos tampoco es que sea el alma de la fiesta y sus quebraderos de cabeza (os aseguro que se la come mucho) le hacen consumir opio hasta para poder dormir. Pero, a medida que avanza la historia, vemos cómo va evolucionando y creciendo. ¡Si hasta acaba siendo atraído por una mujer! Se borra ese tinte asustadizo que tiene al principio para dar lugar a un personaje osado que no sabe muy bien de dónde saca esa valentía. Sin duda, un personaje principal que es un gran acierto y con el que se llega a empatizar enseguida. Bueno, empatizar no sé si es la palabra. Lo que quiero decir es que sus sentimientos y frustraciones consiguen traspasar el papel.
Ya os dije al principio que este libro, La maldición de Nergal, me lo leí en una tarde. Tenía otros planes y acabé posponiéndolos porque no quería dejar de leer. Y para mí eso es algo imprescindible cuando cojo un libro de intriga y de asesinatos. Necesito que el autor me tenga en vilo durante todas las páginas, de principio a fin, que la tensión no decaiga y que haya giros, muchos giros. Así que, una vez que obtengo todo eso, todo lo que busco, no puedo más que cerrar el libro satisfecha y venir aquí —otra vez posponiendo mis planes—para contaros qué me ha parecido.
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