Reseña de la novela “La mañana de un terrateniente” de Lev Tolstói
En la mañana de un terrateniente, Lev Tolstói nos permite acompañar a un terrateniente, el Barin Nejliúdov, por sus tierras, lo que tratándose de Tolstói, evidentemente, no supone un paseo por un paisaje sino por las gentes que las habitan, sus problemas y sus distintas concepciones de la vida. Es un libro muy breve que cuenta con una magnífica traducción a cargo de Selma Ancira y que permite dar un vistazo al universo vital y narrativo del gran escritor ruso, a sus preocupaciones sociales y espirituales, pero si bien la profundidad psicológica es la acostumbrada, el estilo es sencillo y sosegado, no tiene aquí Tolstói esa vocación tan suya de contarlo todo, y sin embargo es sorprendente como logra contar tanto con tan poco.
Nejliúdov es un noble muy joven que decide abandonar sus estudios para cuidar de sus tierras y mejorar las condiciones de vida de su gente. Pone en práctica esa preocupación tan tolstoiana de vivir mejor, no con más calidad sino más honradamente. En su voluntad y en cómo la explica está presente esa vocación transformadora sin la cual no se puede entender lo que sería Rusia en el futuro, de la misma forma que sin la reacción de su tía no se puede entender la del pasado. Pero el retrato más impactante es el de los mujiks, los campesinos a su cargo, las almas, según la terminología propia de la época, en cuyo retrato no sólo quedan expuestas las condiciones de miseria en las que vivían, sino su propia psicología en la que pesan tanto la pobreza como la incultura y la tradición.
La mañana de un terrateniente no se limita a retratar una realidad social, no sería una obra de Tolstói si no tuviera tanto de reflexión como de narración y en este caso lo que se evidencia es la distancia entre las buenas intenciones y los logros, las dificultades para cambiar las cosas independientemente de lo nobles que sean los objetivos que se persiguen. No es fácil ayudar a quien no quiere ayuda, no de la manera en la que se le ofrece.
En los pocos retratos de los campesinos a los que visita en su paseo, también se muestra su diversidad, los diferentes factores que les abocan a llevar la vida que llevan, en algunos casos la falta de fuerza, en otros la “mala vida” pero también el apego a unas costumbres que no es que impidan ver más allá, es que impiden mirar. La supervivencia por encima de la vida.
Nejliúdov trata de cambiar las cosas, trata de educar a sus siervos, de modernizar sus métodos agrícolas y ganaderos, de introducir medidas higiénicas, pero choca tanto con la oposición de la sociedad, de su tía y del administrador, quien no entiende otra forma de tratarlos que la mano dura, pero también de los propios beneficiarios de sus desvelos.
En definitiva, la mañana de un terrateniente es una obra pequeña pero que muestra muchos de los grandes temas de la literatura rusa del XIX, lo hace de un modo sencillo, con la maestría narrativa habitual de Lev Tolstói pero de forma más asequible. Diría a los no iniciados que sientan curiosidad por este gran autor pero se sientan algo intimidados por obras maestras como Guerra y Paz o Anna Karenina que este pequeño tesoro es una obra ideal para adentrarse en este universo, uno de los más amplios, intensos y gratificantes de la literatura.
Andrés Barerro
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