Conocí, literariamente hablando, a Benito Olmo en 2011. Por aquel entonces me hizo llegar su segunda novela, Mil cosas que no te dije antes de perderte, una bonita historia de amor e intriga que se convirtió en una de mis lecturas favoritas de aquel año. Ya en aquel entonces reflexionaba por lo injusto del mundo editorial que nos toca vivir, en el que grandes talentos sin contactos o padrinos tienen que luchar desde abajo en un mundo en donde la autopublicación o las editoriales modestas se presentan como la única tabla de salvación a la que agarrarse.
Tras años de mucha promoción y trabajo, una editorial prestigiosa como Suma de Letras da la oportunidad a Benito para publicar la que es su tercera novela, “La maniobra de la tortuga”, una novela negra ambientada en Cádiz, la bella ciudad que en su día bautizara Lord Byron como la “Sirena del Océano”.
El inspector Manuel Bianquetti es el protagonista principal de la historia. Bianquetti, con una hoja de servicios brillante en Madrid, termina trasladado a Cádiz por un turbio asunto y su destierro, lejos de volverse idílico, le hace volverse más taciturno, impulsivo y arrogante con el resto de sus compañeros. Acostumbrado a ir por libre, se toma la aparición de una joven asesinada como un tema personal, llevando al límite una investigación que, pese a la oposición de sus superiores, pondrá su vida en peligro. Por otro lado, también tenemos a Cristina, humilde trabajadora del hospital local que verá revivir fantasmas de un pasado que creía ya enterrado.
Al igual que en su anterior novela, me gusta mucho el modo que tiene Benito Olmo de trabajar las relaciones personales entre los personajes. El autor no juega solo con los diálogos, también lo hace con los gestos, las miradas o los silencios. Tanto Manuel como Cristina son temerosos, pues su pasado les impide seguir avanzando. Pese a ello, Benito nos detalla con cuidado la psicología de cada uno, desgranando poco a poco la historia de ambos.
Pero no hay que olvidar que La maniobra de la tortuga no deja de ser una novela policiaca. Y aquí es donde el autor coge una velocidad frenética. Desde el primer momento, Bianquetti decide ir contracorriente, desoyendo los consejos policiales. El inspector tiene un toque huraño e impulsivo que no evita una sincera empatía hacia él por parte del lector. La tensión narrativa se mantiene siempre en alto, con Bianquetti recorriendo cada uno de los bellos rincones de Cádiz y sus alrededores, y llevando diligentemente al lector al esclarecimiento del asesinato.
Los capítulos cortos ayudan a que el relato sea en todo momento muy fluido, teniendo una parte final cargada de mucha acción, donde casi es imposible pestañear por riesgo a perderse cualquier detalle importante. Sé que esto debería ser algo obligatorio en cualquier novela de género, pero por desgracia es una condición que no siempre se cumple.
Benito Olmo ratifica con La maniobra de la tortuga las impresiones que me dio cuando leí su anterior novela. Su prosa es ágil y fresca, digna de ser conocida. En esta ocasión se supera con la creación de un personaje como Manuel; y pese a ser una historia de personajes pesimistas y solitarios, consigue que podamos vislumbrar el optimismo y la esperanza, aunque sea al final del túnel.
César Malagón @malagonc