La barrera de las dos horas, el escollo que supone rebasar ese muro en un maratón está cada día más cerca. A 26 segundos se quedó el atleta keniata Kipchogue de superar ese muro que parece totalmente infranqueable. Aunque tres atletas eran los elegidos para llevar a cabo la gesta solo él se acercó tanto como para erizarnos el vello de la nuca y hacernos pensar que estaba a punto de lograrse. Y es que el escenario estaba totalmente preparado, medido al milímetro para que todo saliera a pedir de boca. No solo se utilizaron los últimos avances en zapatillas y en alimentación, sino que también se dispusieron de 32 liebres que les marcaban el ritmo, un automóvil Tesla que les señalaba mediante un láser por dónde correr y cuál era el ritmo más eficiente o avituallamientos móviles que ofrecía a los corredores la energía adecuada en el momento preciso. Todo ello gestado en el circuito de Monza en una competición no homologada. Y a pesar de todo, 26 segundos resultaron un mundo; uno aún por surcar hasta la meta en una carrera que recuerda a la frenética carrera espacial entre soviéticos y americanos pero con dos marcas deportivas (Nike y Adidas) y el científico Pitsiladis (primero en afirmar que se correría la maratón en menos de dos horas antes de 2020) como contendientes.
Mucho tiempo atrás también hubo una barrera por franquear, por demoler, por destruir. Fue en esa época en la que las zapatillas para correr eran poco más que dos cueros cosidos entre sí, las pistas de atletismo eran de ceniza, el control de las calorías no era una obsesión y la televisión era una tecnología acabada de nacer. El momento: la primera mitad de la década de los 50. La proeza a alcanzar: la milla en menos de cuatro minutos. 1609,344 metros para saborear las mieles del éxito o para naufragar en las aguas del fracaso. La carrera fue denominada “La Milla del Siglo” y Neal Bascomb, periodista que ha colaborado en The New York Times o en el Wall Street Journal, en 2004 publicó un libro en el que relató esta empresa deportiva. La milla perfecta se convirtió rápidamente en un clásico de la literatura deportiva y ahora por primera vez, y gracias a la Editorial Melusina, nos llega traducido al castellano.
En La milla perfecta los principales protagonistas son Roger Bannister, Wes Santee y John Landy. Británico, americano y australiano. Tres deportistas amateur con tres historias muy distintas pero con un mismo objetivo: ser el primero en correr una milla en menos de cuatro minutos. Algo que en el aquel momento se creía imposible. Neal Bascomb nos introduce en las vidas de estos tres muchachos, a los cuales acompañaremos en su agotador trayecto y en su toma de decisiones a lo largo de tres actos en los que se divide la novela. Una especie de Veni, vidi, vici pero en clave deportiva que nos transporta a una época en la que las heridas de La Segunda Guerra Mundial todavía eran profundas y en donde se necesitaban héroes a toda costa.
Neal Bascomb relata con una prosa muy directa y dinámica todas esas carreras y entrenamientos (duros y pesados incluso para el lector) además de mostrarnos, de forma dramática, todos los entresijos que rodeaban la vida de aquellos tres corredores. La familia que repudia al hijo, el entrenador grillado (¡obligando a correr a sus discípulos con lanzas!), el corredor sobre el cual caen todas las esperanzas de una nación… Temas que parecen los típicos clichés de una película pero que demuestran que en ocasiones la realidad supera la ficción.
Mientras que, como he apuntado anteriormente, los capítulos que están más enfocados al entrenamiento llegan a ser una fatiga para el lector, en los que se relatan las carreras Neal Bascomb hace un uso correcto del sensacionalismo, llevando la narración a cotas de epopeya griega, para hacernos sentir como uno de los competidores. Logra que el corazón del lector bombee a toda pastilla, que exude emoción y que alcancemos la extenuación una vez crucemos la línea de meta codo con codo con los protagonistas. Por si esto fuera poco, el libro adjunta una veintena de fotografías en las que veremos a Bannister, Landy y Santee en acción. Un complemento perfecto para la narración.
La Milla Perfecta de Neal Bascomb es un clásico de la literatura deportiva que nos cuenta con un tono épico uno de los momentos que marcaría un antes y un después en el atletismo. Un libro que no solo nos acerca a los tres magníficos deportistas que pugnaron por batir un récord que parecía imbatible, sino que también nos muestra el trasfondo humano de cada uno de ellos y los estímulos a los que se aferraron para llevar sus capacidades físicas y mentales más allá de los límites del cuerpo humano.