Seguramente todos conocemos la historia de Guernica. O, mejor dicho, no la historia de la ciudad, sino la historia de su destrucción lo que conocemos. Oír Guernica es hacer una rápida asociación mental con muerte y destrucción. Eso y el cuadro de Picasso.
En 2017 se cumplen ochenta años desde que Guernica se convirtiera en la primera ciudad abierta arrasada. Un objetivo civil indefenso bombardeado durante más de tres horas. Tamaña gesta se llevó a cabo un 26 de abril de 1937, un lunes, día de mercado, a las 16.30, hora en la que el mercado estaba lleno.
La mayoría sabe eso. Otros, los menos, saben más, y unos pocos aún siguen creyendo a pies juntillas lo que los franquistas se empeñaron en hacer creer al pueblo y que han mantenido hasta hace bien poco: negarlo todo. Negar la existencia de aviones extranjeros en la España rebelde; negar el bombardeo por las malas condiciones climáticas y finalmente, cuando ya no era posible negarlo, atribuirlo a los propios guerrilleros vascos.
El objetivo era desmoralizar a la población civil y arrasar la cuna de la raza vasca para amenazar a Bilbao con ser la siguiente ciudad en ser bombardeada con la misma técnica innovadora y cruel:
– Primero bombas pesadas para que la población saliera en estampida.
-Luego, acribillarla con ametralladoras para que se escondieran bajo tierra.
-Finalmente, bombas incendiarias para destruir las casas y quemarlas encima de sus víctimas.
Según cálculos del gobierno vasco, unas 1645 personas murieron en el ataque y 590 posteriormente a causa de las heridas.
Afortunadamente, cuatro periodistas extranjeros se hallaban en Guernica y pudieron contar lo sucedido. La muerte de Guernica dedica especial atención a la figura de uno de ellos, George Steer, periodista de The Times, cuyo testimonio, uno de los más valiosos y del que más eco se hizo la sociedad por lo impactante, la fidelidad a los hechos y lo desgarrador de sus palabras. Palabras que fueron escritas por un hombre cuyo nombre se incluyó en la lista de personas más buscadas por la Gestapo y que fueron tachadas de falsedad hasta la década de los setenta.
Todo esto y mucho más podemos ver en este cómic que, en realidad más que un cómic es un ensayo gráfico, como he leído recientemente, pues es la adaptación del libro del prestigioso hispanista Paul Preston a viñetas. Viñetas teñidas por una estupenda tricromía (azul, blanco y negro), tal vez para ocultar de este modo la sangre, que sería demasiada.
La muerte de Guernica cuenta cómo se preparó, quién intervino, quién ideó, quién consintió y qué consecuencias hubo tras el sangriento bombardeo. Ha supuesto un trabajo de documentación brutal ya que son tan pocos los testimonios, tanto gráficos como audiovisuales, que el propio Preston permitió a García acudir a su archivo personal.
Hay que agradecer al hispanista su beneplácito al permitir y colaborar en esta adaptación. Al principio se mostraba reacio a ella pues pensaba que sus compañeros de profesión se pitorrearían de él. Sin embargo, cómics como este sirven muchísimo para dar a conocer de manera amena a las generaciones actuales, futuras e incluso contemporáneas de ese suceso, lo que ocurrió hace no tanto tiempo, a pesar de que con posterioridad han ocurrido tragedias aún mayores. La Historia muchas veces se nos atraganta en la escuela. Puede que sean algunos temas, puede que el profesor no sea bueno, o puede que la asignatura sea un tostón… todo depende del alumno, pero sea como sea este cómic sería, junto con el de Alatriste, firme candidato a ser lectura obligatoria o al menos sí que sería una lectura a recomendar por el profesorado . Al fin y al cabo, es Historia de España y es un hecho que debe conocerse y no solo tratarse de pasada en dos líneas en un libro de texto, (y eso si llega a tratarse esa parte de nuestro pasado).
No obstante, he echado en falta algo más de contexto previo. Alguien que desconoce las causas del conflicto se puede ver perdido y se ve ya desde el principio inmerso en plena preparación del bombardeo. ¿Qué hay en Salamanca, quienes son los rebeldes, por qué hay una guerra, quién es Franco (sí, sí, tú lo sabes, pero tal vez el chaval de 14 años atraído por el dibujo del bombardero en la portada no), quién es Mola, qué defiende cada bando, quién demonios son los requetés y los carlistas? No sé, si algún joven o algún extranjero siente curiosidad y le entra el gusanillo, debería tener algunas páginas previas explicando sucintamente la realidad histórica en la que se enmarcan los hechos que está a punto de leer.
Quitando eso, el cómic se lee bien, el dibujo es formal y cumple lo esperado sin florituras ni grandilocuencias. Es un dibujo al servicio del texto de Preston, que era lo que se buscaba.
Un cómic necesario, que, ojalá, sea el primero de muchos.