La muerte de Iván Illich, de Lev Tosltói

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Nunca me había parado a pensar en hasta qué punto la edición, en este caso me refiero especialmente a las ilustraciones de Mariano Henestrosa, pueden influir en la percepción que tiene el lector de una historia. Yo ya conocía La muerte de Iván Illich y créanme, pensaba que no existía un factor externo capaz de modular mi opinión de un texto de un autor que me es tan querido como Lev Tolstói, pero esta magnífica edición me ha hecho darme cuenta de que estaba equivocado porque he visto un lado oscuro, que ahora me parece evidente, al que antes daba menos importancia.

La muerte de Iván Illich narra la muerte de Iván Illich, perdónenme la tautología, pero también narra su vida y en la pluma de Tolstói este relato es la expresión de una de sus obsesiones, eso que en su diario llamaba vivir mal, es decir, vivir entregado a las cuestiones materiales por encima de las espirituales, no comportarse con probidad. Y en mi visión tradicional me quedaba no tanto con esa cuestión, que en verdad es la que ocupa más páginas, como con el constraste que se establecía entre el progresivamente decrépito Iván Illich y su joven criado mujik, que afronta incluso las tareas más penosas con sencillez y alegría. Ese es en realidad el mensaje de Tolstói, pero las magnificas ilustraciones de Mariano Henestrosa dan tal fuerza a la descripción de la degeneración física y moral del protagonista que es difícil no sentirse subyugado por ella.

Al contar la vida de Iván Illich, Tolstói establece un paralelismo entre su progresivo deterioro moral, entendiendo como tal la obsesión por el dinero, el uso arrogante del poder que su condición de juez de otorga y su negligente trato a su mujer, y la enfermedad de la que los médicos no encuentran el origen, lo cual es un recurso narrativo al servicio del mensaje (aunque resulta metafóricamente poderoso que su malestar comience con una caída). Nadie como Tolstói ha conseguido escribir textos con cierto matiz moralista sin caer en la tentación del panfleto, aunque el autor trata de transmitir un mensaje claro es un texto de una calidad literaria tal que cualquiera la disfrutaría por alejado que se encuentre de su filosofía.

Se trata de un texto del Tolstói  maduro, un cuento que refleja buena parte de sus obsesiones y que las expone, eso sí, magistralmente. Como no podría ser de otra manera. Una edición de lujo, como el texto merece, y en definitiva un regalo para cualquier amante de la literatura.


Andrés Barrero
@abarreror
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