La mujer de negro, de Susan Hill
Habiendo tenido la suerte de ver la película homónima basada en “La mujer de negro” (la de 1989, una auténtica joya; pienso ver la de 2012 en cuanto tenga la oportunidad), y aprovechando que esta obra de Susan Hill vuelve a estar de moda, decidí leerla.
Y me ha sorprendido, porque he encontrado algo totalmente distinto a lo que esperaba. Acabo de terminarla, pero sospecho que será una de esas obras que se quedan con uno durante días, en su pensamiento; como el fantasma protagonista de la historia. Porque “La mujer de negro” es una novela asombrosa.
Esperaba encontrarme con un buen y eficaz relato de fantasmas, y, en honor a la verdad, no esperaba de él ninguna experiencia memorable, porque la intriga de ir deshilvanando la historia no existía. Y diré que “La mujer de negro” no es la historia de fantasmas más emocionante, mejor escrita, ni más original ni más lograda que he leído; de hecho, el rasgo innovador más destacado de este libro es que Susan Hill, la autora, acude a los recursos, las descripciones y las situaciones más comunes y acuñadas del género victoriano de fantasmas desde que éste existe, sí, pero las dota de cierta sensación de modernidad, de contemporaneidad, de que siempre continuarán vigentes y nunca se convertirán en estereotipos desprovistos de capacidad de permanencia en la mente del lector. No por casualidad, la novela está escrita en 1983, y ciertamente se percibe y se siente una mayor cercanía de la autora para con los personajes, una penetración psicológica y un afán de descripción de los estados emocionales más detenida y más minuciosa, así como más subjetiva, de las habituales por parte de autores de épocas pasadas.
Lo que más me ha gustado de “La mujer de negro” y lo que más me anima a recomendar esta novela es la maestría con que Susan Hill recrea y transmite, de una forma casi mágica y, desde luego, muy poco común en la literatura actual, una atmósfera y un estado emocional de tristeza, de pérdida, de soledad sin atenuantes ni concesiones, de amargura y de ira. Porque, a mi modo de ver, “La mujer de negro” no es tanto una historia de fantasmas -que lo es, y muy respetuosa con las reglas del género, por cierto- como una de las historias más tristes que he leído nunca. Tan triste, que, por momentos, he llegado a sentir yo misma esa tristeza, esa desolación sin límites que son el verdadero punto culminante de la novela. Es una historia de terror existencial, porque nos invita a asomarnos a ese frío infierno en el que cada ser humano está solo con su desgracia.
Atmósfera que halla su eco físico en los entornos en los que se desarrolla la historia, descritos con buena mano y con insistencia por Susan Hill: una casona aislada y abandonada en medio de las marismas, envuelta en “velos” o bancos de niebla que se abalanzan de repente desde el mar, junto a un cementerio tan desolado como todo lo demás.
Estoy segura de que habría disfrutado más de este libro si no hubiera visto la película primero. A quienes no hayan visto la de 1989 ni la de 2012, les invito a leer antes “La mujer de negro” y a atreverse a seguir al abogado Arthur Kipps en su encuentro con esa mujer, en una trama que se desarrolla sin prisa, pero sin pausa, y que desemboca en un tramo final que nos deja sin aliento.
muy interesante reseña, vi la pelicula del 2012 hace nada y a pesar de que al final se reduce a una película de sustos con un inexpresivo y valiente (muy valiente) Harry Potter sin varita, me pareció que había mucho más en el trasfondo, así que buscaré el libro e intentaré encontrar la versión del 89, que parece ser tiene mejores críticas. 🙂
Gracias por tus palabras, Corduroy. Ha hecho falta la magia de Harry Potter para resucitar este libro 😉