La mujer que se estrellaba contra las puertas

La violencia de género es un concepto que se repite con frecuencia en los noticieros, al menos en la Argentina. Hay muchas cosas que se discuten, se polemizan y una muy frecuente es la negación de la mujer que sufre la violencia a manos de su marido o pareja. “Se ponía violento pero él era bueno, me trataba como una reina”, dice Mamá Cora, un personaje ya clásico del cine argentino. Y cuando pienso en todo esto, jamás di por sentado que La mujer que se estrella contra las puertas de Roddy Doyle iba a tocar el tema con la profundidad y el terror que parece caracterizas las vidas de estas mujeres.

Paula Spencer va y viene entre el pasado, el presente y olvidando el futuro la mayor parte del tiempo. Para esta mujer irlandesa,  pensar en el día de mañana se limita a sobrevivir frente a su esposo, a enfrentar las secuelas e intentar recuperar a toda una familia atrapada en la violencia. En el inicio sabemos que estaba casada con Charlo Spencer, quien muere a manos de la policía mientras está asaltando una casa. Ella ya no está con Charlo, pero sigue siendo su esposa en los papeles.

La protagonista repasa su vida, que ya desde su niñez está marcada por el descubrimiento del sexo de una forma agresiva o burda, lejana a lo que envuelve la sexualidad de los adolescentes comunes. En su casa vive en constante lucha con sus hermanos y hermanas, con sus padres que son una mezcla de amigos y enemigos, turnándose en estos roles también por las distintas situaciones que se atraviesan. Algunas cosas flotan en el aire, se sugieren, rencores y culpas que permanecen a lo largo de los años.

El trato de maestros para con los chicos y después la figura de Charlo. Ese chico malo, deseado por Paula, de quien se enamore perdidamente y con esa desfachatez propia de cualquier bad boy. Hasta que la situación de cuentito de hadas que parecía vivir desde que se juntó con Charlo, esa magia que le aportó a su vida el enamorarse, parece desmoronarse en un instante.

Hay un antes y un después, un antes tenso y un después agresivo, sangriento y triste en la vida de Paula. Una y otra vez, se excusa ante todos con golpes en la escalera, contra las puertas, etc. Doyle, el autor, lo cuenta desde la voz de Paula con terror y en forma de testimonio desgarrador, doloroso y agonizante. ¿Qué le pasa al lector? Se angustia frente a esta mujer que parece no querer resolver la situación y es la víctima a manos de su marido, de un mundo que se repite a lo largo y ancho del mundo en distintos hogares.

Recuerdo que lo encontré rebuscando en una página de libros usados. El título me llamó la atención y luego, los pocos párrafos de la contraportada. Pero no pensé que me chocaría tanto tener que leer una historia así. Me creía algo fuerte, lo suficiente para saber dividir entre una ficción creada y aquellos libros que cuentan realidades. Pero algo en la escritura de Doyle hace que leas y pidas a gritos que Paula reaccione, que seamos capaces de manipular la historia y lograr un final feliz. Este personaje queda, permanece y se convierte en una referencia de historias de violencia en la literatura.

Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)