Esta es mi primera incursión en la literatura de Nathaniel Hawthorne. Me alejaré por completo del análisis crítico de alta literatura que se suele esperar de autores de esta talla, al fin y al cabo, es considerado uno de los padres de la literatura de Estados Unidos junto a Whitman o Thoreau. Como iniciado en su obra no tengo referencias de otros trabajos suyos para hacer una comparativa, pero sí puedo resaltar detalles que bien me podrían recordar a los cuentos moralizadores de Oscar Wilde con una belleza descriptiva de Dickens. Y con el permiso de Edgar Allan Poe, porque sabe citar mejor que yo y me viene como anillo al dedo, reproduzco su crítica: «Los relatos de Hawthorne pertenecen a la región más elevada del arte, un arte sometido al genio de un orden sublime».
Menuda nómina de escritores que te acabo de soltar en un solo párrafo. Ya solo con leer alguno de los cuentos o poemas de los mencionados puedes sentir que te has elevado al cielo durante su lectura y, por qué no, durante el largo tiempo que te deleitas con el buen sabor de boca que te dejan. Dicho esto, La muñeca de nieve y otros cuentos, de Hawthorne, sigue desprendiendo un dulce sabor en mi paladar tras haber cerrado el libro y me alegra saber que lo seguirá haciendo durante un largo tiempo más. La editorial Acantilado ha recogido en esta antología las últimas narraciones que el autor publicó en vida. Son una serie de cuentos cortos —hay reunidos hasta quince relatos— donde he podido comprobar la elegante destreza y técnica que tiene para introducirte en atmósferas llenas de misterio, lúgubres y frías, y la ternura y humildad con la que desarrolla a sus personajes. De todos ellos se puede extraer una moraleja que indaga en la psicología del hombre muy bien tratada y estudiada. Cuentos que encierran un halo romántico y se rebelaban a ceder ante el empuje del nuevo movimiento realista que irrumpía a mediados del siglo XIX.
Esa pugna entre corrientes literarias, esa reivindicación por mantener el espíritu romántico en los paisajes y atmósferas idílicas se percibe en el cuento que da nombre a la colección, La muñeca de nieve, en la que el amor y el deseo de dos jóvenes hermanos por imaginar una amiga creada con la nieve que reposa sobre su jardín consigue convertirse en realidad. Una realidad que en los ojos del padre, hombre de pensamiento sensato y pragmático conforme a su tiempo, no concibe. La poderosa imaginación de los soñadores e ingenuos infantes frente a la terquedad de la mente hermética llena solo de útiles materiales.
También, con portentosa carga moral, el cuento de El gran rostro de piedra. La narración trata sobre una leyenda que se cuentan entre los habitantes de un pueblo y en la que se decía que la imagen que aparece esculpida en la roca de la montaña es la del hombre de carne y hueso que un día entrará en el pueblo para traer prosperidad y espiritualidad pura al lugar. Un joven y humilde trabajador pasa su vida esperando a que ese hombre llegue. En el transcurso del tiempo son muchos los hombres de carne y hueso cuyos rostros guardan una gran similitud con el rostro de la roca. Cada uno de ellos trae sus mejores intenciones: uno es solidario y regala su fortuna, otro procura defensa militar para sus vecinos, otro es un poeta que expresa sus más hermosos sentimientos en versos que recita… El joven trabajador niega la evidencia ante todos ellos. Se decepciona al no encontrar al verdadero hombre de la roca. Tan obcecado está en esperar los actos más puros de los demás que no es capaz de ver los que de tan buen grado ha realizado él mismo durante toda su vida.
Y mi favorito, El demonio en el manuscrito, crítica mordaz hacia los editores que niegan la publicación de cuentos a nuevos escritores. La pesadumbre de un escritor que consigue odiar sus propias creaciones hasta el punto de verlas arder. Las considera endemoniadas y, en un arrebato de frustración, desprende una maldición sobre el pueblo al deshacerse de sus manuscritos.
La muñeca de nieve y otros cuentos ha resultado ser una lectura exquisita y un gran descubrimiento de una narrativa sosegada y elegante que me ha seducido. Nathaniel Hawthorne, en cuyo prefacio alude al largo tiempo que tardó en recibir el más leve reconocimiento del público, era el hombre que estaba destinado a ser escritor de ficción y, con el tiempo, tratante de ficción se hizo.
Gracias por la recomendación.