Muchos autores hacen uso de la experiencia personal para crear su arte. Cuanto les motiva a moldear su obra va en paralelo al relato autobiográfico en el que a veces nos llega explícito, sin ánimo de enmascarar la realidad y otras, sin embargo, se nos muestra codificado y será el lector el que deba descifrar los elementos si dispone de la información previa necesaria. En el caso de Debbie Drechsler, autora estadounidense de cómics, solo por anticipar el dato biográfico necesario para el lector, cuando era niña sufrió abusos por parte de su padre. De aquella traumática y horrenda realidad, Debbie va a crear un relato durísimo y a la vez lleno de fuerza y belleza artística que es este La muñequita de papá. Las experiencias de su vida, plasmadas en el papel y pasadas por el filtro de la caricatura, de algún modo supone ya algo de máscara de la propia autora detrás de la cual vela los acontecimientos y nos mantiene a nosotros los lectores a cierta distancia en el plano entre realidad y ficción. La verdad no se oculta, pero nos llega con ese halo artístico, el velo de la verosimilitud, sin el cual dejaríamos de hablar de un cómic para tratar un suceso del periódico criminal. Autobiografía y belleza artística son aquí las premisas que nos sumergen en una novela gráfica excepcional.
El cómic alternativo de la década de 1980 tuvo grandes nombres que moldearon el noveno arte cada vez más hacia el terreno personal. Si bien no siempre lo muestran del modo más transparente como he dicho, sí que hay grandes dosis de biografías transversales como ocurre en los cómics de Daniel Clowes, Charles Burns o Peter Bagge, en cuyo alter ego, Buddy Bradley, muestra parte de sus años de juventud. A su vez, estos autores fueron precedidos por Will Eisner en Contrato con Dios donde deja caer en la primera de las historias que componen la novela un traumático hecho real, la muerte de su propia hija, y más aún los primeros en explorar el género autobiográfico en los comix underground como Robert Crumb. Todos estos autores y tendencias formales que fue explorando el cómic a lo largo de las décadas lleva a autoras como Julie Doucet o a quien aquí reseño, Debbie Drechsler a revelar parte de su experiencia personal a través del arte del cómic. Ellas son dos de los más espléndidos ejemplos del cómic alternativo facturado en Canadá y USA respectivamente.
La muñequita de papá (1996) fue publicado en español por La Cúpula en 2004, aún con el sello impreso de Víbora Comix. La edición, propia del alternativo donde se juega con los formatos, se publica en un pequeño formato cuadrado. A través de sus maravillosas páginas con unos dibujos hipnóticos se narra una historia que nada tiene de maravilla. Pequeñas revelaciones en primera persona relatan la vida en una familia norteamericana en la que la mayor de las tres hijas, aquí Lily, experimenta el proceso de la adolescencia. Algunas desilusiones, incertidumbres propias de la edad o falta de comprensión de su madre quedará en un segundo plano, ahogados por la pesadilla que algunas noches sufrió: los abusos sexuales a los que le sometía su padre. La segunda historieta, con otra joven como protagonista, se centra ya en el paso a los dieciséis años, los primeros coqueteos con la hierba por no quedar apartada del grupo de amigos y el despertar de la inspiración artística, en clara referencia a la experiencia personal de la autora. El arte como vía de escape de una vida gris.
Lo decadente y traumático de la experiencia que se nos confiesa contrasta con el poder visual del dibujo de Debbie. Resulta imposible retirar la vista y no deleitarse con cada una de sus viñetas, ni siquiera de las más duras. Es paradójico que de algo censurable se pueda sacar belleza estética, pero así ocurre por la capacidad que tiene esta autora a la hora de dibujar sus cómics. En cada viñeta te vas a encontrar muchas texturas rellenando el marco que sirven de telón de fondo a las figuras que en su apariencia simple muestran muchísima expresividad. Recuerdan a las figuras de ojos rasgados de Marjane Satrapi en Persépolis aunque aquí el estilo más sucio, como la ya mencionada Julie Doucet la acerca más al estilo de cómic alternativo que se estilaba a aquel lado del Atlántico en comparación con la línea francesa. El anuncio de “solo para adultos” que se imprime en la contraportada se debería tomar, no por el sentido explícito de algunos sucesos, sino por la madurez mental y capacidad de pensamiento crítico a la hora de enfrentarse a una obra como esta a la que, en mi opinión, mucho más público debería asomarse a ella. Excelente novela gráfica de una muy buena autora de cómic alternativo.