Colorear o pintar dibujos pautados para adultos está de moda. En todas las librerías hay cuadernos y libros de este tipo. Lo cierto es que hay que tener paciencia para ponerse delante de algunas de estas láminas porque las hay de lo más sofisticadas e intrincadas. A mí me encantan, tengo que confesar que no les dedico mucho tiempo, pero me gusta tenerlos y me encantan las pinturas, rotuladores y demás material necesario. Es como volver a la escuela, a la infancia. Creo que en parte, en esto radica el éxito de estos libros, en la vuelta atrás. No necesitas mucha concentración, porque puedes colorear y estar pensando en cualquier otra cosa, aunque lo ideal es despejar la mente, ponerte música relajante y dejar actuar a las hadas de los colores. Tampoco tienes que ser muy hábil con el dibujo porque vienen hechos, con no salirse mucho de las pautas ya está. Luego pueden quedar mejor o peor dependiendo de lo bueno que seas combinando tonos, haciendo sombras y demás técnicas. Y como “para gustos hay colores”, cada uno es libre de escoger los que quiera.
Yo uso esta técnica de relajación en los cursos para mujeres mayores, junto con risoterapia y actividades para fortalecer la memoria, siempre hago algún ratito de relajación y a veces utilizo mandalas. La primera vez que lo probé, tenía mis dudas: ¿y si piensan que las trato como a niñas pequeñas? Algunas eran reticentes alegando su nula capacidad artística, pero al ver que solo había que rellenar con colores los espacios, a gusto de cada una, ya les pareció más viable. Pintamos un rato en la clase, con música que se utiliza en yoga y les dije que lo acabaran en casa. Para la siguiente clase todas habían acabado su dibujo y me pidieron más láminas para casa, una para cada día si podía ser. Les encantó. Las que tenían los nietos cerca, compartían sus estuches de pinturas y mientras ellos hacían los deberes, ellas coloreaban lo suyo. Salvo alguna sorpresa, se refleja la personalidad de la gente con estos ensayos. Las que están algo depres utilizan oscuros, tonos neutros y dejan espacios sin pintar. Las nerviosas o impacientes, también lo son aquí: dejan huecos o pintan con ceras gordas, para acabar antes. Las graciosas, alegres y parlanchinas, usan muchos colorinchos, mezclan a lo loco y el resultado suele ser estridente y algo psicodélico. Es divertido y, a veces, revelador.
La ninfa de porcelana es uno de estos libros para colorear, pero además en un cuento maravilloso de Isabel Allende. Yo con esta mujer no soy objetiva, lo siento, he leído casi todo lo que ha escrito, soy una gran admiradora. Este cuento es ella, con su realismo mágico, con ese arte de introducir lo fantástico en lo cotidiano, con naturalidad y franqueza, con optimismo y alegría de vivir. Las regalías (royalties) que le corresponden por esta obra se destinan a la Fundación que lleva su nombre. Las ilustraciones, preciosas por cierto, son de Ana de Lima y acompañan al cuento perfectamente: fantásticas, alegres, de ensueño.
El argumento es el siguiente: estamos ante el caso de don Cornelio, un caballero de cierta edad, de los clásicos, recto y educado. Los vecinos ajustaban sus relojes cuando lo veían pasar porque era meticuloso hasta el segundo. Trabajaba en una notaria aburrida y polvorienta. Un día de otoño cambia su vida; abren una tienda de antigüedades en su calle y se queda fascinado por una figura de una ninfa de porcelana que está en el escaparate. Decide comprarla y esto trastoca toda su ordenada vida. Don Cornelio puede hablar e interactuar con Fantasía, la ninfa, lo que le hace ver las cosas de otra manera y cambia la forma en que los demás lo tratan a él. Es una historia preciosa de ilusión y cambio, lo que da todavía más sentido a la idea de colorearla, ya que la vida de don Cornelio era oscura y gris y ahora, es alegre y multicolor.
La edición es muy buena, el papel es de buena calidad, o sea, se pueden usar rotuladores que no traspasa (eso da mucha rabia). Hay otro regalo añadido, especial y muy acertado en este libro y es que tiene en la contraportada un código QR que hace que puedas escuchar a la propia Isabel Allende contándote el cuento durante 24 minutos. A mí me ha propiciado sesiones muy íntimas y relajantes, mágicas, poder escucharla y aislarme de todo, mientras daba vida a los dibujos con los colores.