Unas cuantas de Resident Evil, 28 días después y 28 semanas después, la saga completa de Rec, El amanecer de los muertos, Guerra Mundial Z; películas más desenfadadas, como Planet Terror, Zombieland, Zombies Party; más desconocidas, como Juan de los Muertos, y hasta idas de olla como Orgullo, Prejuicio y zombies, Zombis nazis y Castores zombis. He visto bastante cine de zombis, pero no sé por qué, aún no he visto el origen de todo: La noche de los muertos vivientes (1968), dirigida por George A. Romero. Y eso que la tengo en mi lista de pendientes desde hace años. Quién me iba a decir a mí que acabaría leyendo antes el libro.
No, La noche de los muertos vivientes no está basada en un libro, sino que John Russo, guionista y coproductor de la película, hizo una novelización del guion en 1974 (bastante bien resuelta, a mi parecer), y Hermida Editores acaba de reeditarla. Incluye un interesantísimo prólogo de George A. Romero, en el que explica cómo él y sus amigos de la universidad invirtieron su dinero en este proyecto de cine independiente, aprovechando el auge de los contenidos repletos de violencia, terror y sexo, que servían de escape al gran público. No se imaginaban que estaban creando una de las películas más rentables de la historia, mil veces analizada y catalogada como una de las mejores películas de terror de la historia, si no la mejor.
En la actualidad hay infinitos contenidos que giran en torno al universo zombi, pero George A. Romero y su equipo fueron los primeros en preguntarse qué pasaría si los muertos regresaran a la vida: ¿serían amigos o enemigos? ¿Nos atreveríamos a enfrentarnos a ellos, siendo la muerte, desde siempre, nuestro mayor terror? Es más, ¿seríamos capaces de rematar a un zombi que, cuando estaba vivo, era nuestro hermano, hijo, pareja? Que levante la mano quien nunca se haya hecho estas preguntas.
Ahora los zombis son rápidos y ultraviolentos, pero los de La noche de los muertos vivientes eran lentos, débiles y fáciles de exterminar. Lo que los hacía peligrosos era la repulsión que provocaban en quienes los veían, el miedo a plantar cara a lo desconocido, el terror a que la muerte no fuera el fin, sino el inicio de algo mucho peor. No necesitaron de artificios: solo personajes normales y corrientes en una situación extrema. Unos, luchan; otros, se esconden; algunos se rinden desde el principio. Y es precisamente este realismo lo que hizo que esta historia fuera original, y lo sigue siendo pese al medio siglo transcurrido. Porque sí, yo que tantas películas de zombis he visto, me he sorprendido con el desenlace de La noche de los muertos vivientes: brusco, más terrible que el ataque de los muertos vivientes, y por eso mismo, tan bueno. No me extraña que haya dado lugar a tantas interpretaciones alegóricas, como señalaba George A. Romero en el prólogo.
La noche de los muertos vivientes sentó las bases de lo que hoy en día aún es un fenómeno de moda, una parte ya indisociable de la cultura popular. Pero se ha versionado y parodiado tanto que, más de una vez, se ha desvirtuado. Para conocer la verdadera transcendencia de este tipo de terror, merece la pena leer la novela de John Russo y ver la película (que, en mi lista particular, ha pasado de ser pendiente a urgente). Solo así entenderemos que La noche de los muertos vivientes es mucho más que una historia de zombis.
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