La noche de los tiempos

La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina

La noche de los tiempos

Mi padre nació en el año 39, y nunca hemos tenido muy claro cuál era la fecha exacta de su cumpleaños, porque por aquel entonces su padre andaba en la guerra, y aunque fue de los que consiguió volver, ya había transcurrido cierto tiempo desde el alumbramiento de su hijo, por lo que la fecha del registro resultaba imprecisa.

Más allá de este hecho anecdótico, para la mayoría de mis coetáneos la Guerra Civil española constituye algo absolutamente remoto, excéntrico, bárbaro, que no consideramos que tenga nada que ver con nosotros mismos o con el país que habitamos.

Yo  nací en el 79, y  ya no queda tan lejano el momento en que llegue a cumplir los 40, pero si tomásemos este año, el 79, como una especie de bisagra, de eje central, de punta de metal de compás en torno a la cual dibujamos otros dos puntos equidistantes, y abrimos ese compás sobre la línea del tiempo hasta mi 40 cumpleaños, entonces, al girarlo, descubro con asombro, con una cercanía que de repente se me vuelve extraña, como a alguien que debiera reconocer y no termino de hacerlo, que el otro punto que traza la barra de grafito sobre esa línea es, precisamente, el año 39. Ese año que me parecía de otro mundo, de otra vida, que casi no parece de verdad.

 


Y aunque, efectivamente, existan infinitos libros sobre la guerra civil, hay tantos tan áridos, tan políticos, tan comprometidos, que se agradece el de Muñoz Molina, desde el punto de vista de una persona que no estaba en absoluto interesada en la guerra, que vivió sus preludios con la misma mezcla de molestia e indiferencia con la que espantamos las moscas que describen círculos nerviosos sobre nuestro plato en un caluroso día de verano. Porque Ignacio Abel, en esos momentos, lo que quería era querer a Judith Biely, de todas las maneras posibles.

Judith Biely quería enamorarse de España, y en concreto de Madrid, y se encontró involucrada en un adulterio rancio español, humillada, por ser la amante, y apiadada a su vez de la triste posición de Adela.

Adela lo que quería, la pobre ya no aspiraba a tanto, era ya no que su marido la quisiese, sino que recordara que al menos alguna vez lo hizo.

Me atrevo a decir, que Muñoz Molina se me antoja como el Paul Auster español (en su versión extendida), por esa introspección insólita que consigue inquietarnos, que vivimos como nuestra, porque quizá la hayamos experimentado, o la estemos viviendo con nuestro personaje, cómplices tanto en sus debilidades como en sus cualidades más positivas. Porque en la obra de estos autores, nadie es absolutamente bueno ni malo, estúpido o brillante, sino que todos son muy humanos, en el mejor y en el peor sentido de la palabra.

Que cada uno juzgue,  si su historia de amor con Judih Biely/ su infidelidad a Adela, es lo mejor o lo peor del hombre llamado Ignacio Abel.

Eva MMJ

1 comentario en «La noche de los tiempos»

  1. Me gustó mucho la reseña.
    Hace tiempo que quiero introducirme al mundo de la Guerra Civil Española pero no se me antoja entrar con un libro complejo lleno de datos que no voy a entender.
    Este libro quizás sea la mano que me lleve dentro, contextualizandome un poco.

    Rosario.

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