No sé si seré el único, supongo que no (la verdad es que a medida que me hago mayor me estoy dando cuenta de que cada vez soy menos el único de lo que creía en cosas), pero he de reconocer que una de mis filias es coger un libro de Anagrama, empezar a leer sus páginas y estar siempre atento al momento en el que descubriré en alguna de ellas por qué la elección de esa ilustración de cubierta. Siempre llega un momento en que lo notas, cierras el libro, miras la cubierta y dices: «qué buena». Como no podía ser de otra forma con este me ha pasado igual. Estoy hablando de una de las últimas novelas que han publicado en su ya mítica colección gris de Narrativas hispánicas: La noche fenomenal, de Javier Pérez Andújar.
Seguro que alguna vez habéis leído aquello de que hay libros en los que parece que el autor haya estado pensando en ti al escribirlos. A mí me ha pasado algo parecido con este. Fue solo abrirlo y encontrarme con referencias que, por una cosa u otra, me tocan de cerca: Sant Adrià del Besós y sus torres (o la Sagrada Familia de la clase obrera, como dicen por ahí dentro), Alella, la librería Taifa (con ese gran homenaje a su fundador José Batlló), un pez llamado Jodorowsky, la coctelería Milano, la novela Los Cinco y yo de Antonio Orejudo, etc. Son esos detalles que, a modo de pequeñas pistas, parece que alguien haya dejado ahí para que solo tú encuentres (ya sé que no, pero dejad que me lo crea).
En esta novela, Javier Pérez Andújar nos presenta a una especie de alter ego suyo, cuarentón, aficionado a lo paranormal, que vive con su madre en un piso de Barcelona y se dedica (o lo intenta) a la magia (la cutre, claro). Cierto día, muy al inicio del libro, se junta con el equipo que conforma el programa de televisión La noche fenomenal, un programa donde se trata lo oculto, lo paranormal, lo fantasmagórico junto a vivencias, teorías y otros temas de los colaboradores. Él entra a formar parte del programa con un número de magia fijo al final. Mientras pasa todo esto, afuera llueve. Si eres de Barcelona te darás cuenta de que eso ya es el primer rasgo paranormal (mientras escribo esto, la gente de mi alrededor comenta con cara de sorpresa que mañana lloverá). Sigue lloviendo, cada vez con más intensidad, pero ellos tampoco creen que aquello sea nada extraño. Continúan con su programa, visitan a gente que ha tenido experiencias interesantes para su público, graban, emiten y se van de copas después de cada emisión. Es probable que en esos pasajes empieces a trazar un mapa de a qué bares tú también has ido y a cuáles no. También es probable que te rías. Bastante.
Pero aparte de la lluvia y de lo extraños que ya de por sí son cada uno de los integrantes del equipo, pasan más cosas raras. Cierto día, en el bar al que suelen ir tras el programa, en Via Laietana, ven entrar a Walt Disney. Habla como ellos y parece uno más de la zona, pero es Walt Disney. Ahí empieza todo. Y con todo incluyo cosas como que aparezcan Starsky y Hutch en plan Mossos d’Esquadra, un mendigo que es el papa Ratzinger, alguien con la cara de Mao Zedong o una ciudad de París que se está destruyendo y donde la gente que se manifiesta son todos Jacques Brel cantando canciones de Aznavour. Todos vienen de un extraño lugar y parecen algo así como un reclamo, un anzuelo o una advertencia para este grupo de amigos y compañeros. Y te preguntarás, ¿de dónde sale ese lugar? Pues de una especie de puertas que llevan (y traen) al «otro lado». Y es que ahí está la gracia del libro y la gracia de la cubierta. Por eso no quiero entrar en el tema. A la puerta ya he entrado. Ahora solo faltas tú. Quién sabe, quizá te quedas. ¿Saltas conmigo?