Las leyendas populares, en su esencia, guardan mucha relación con la sociedad que las construyó. A través de, en mayor medida, la fantasía y el terror, se intentaba de alguna manera aleccionar sobre cuestiones que poco tenían que ver con la diversión y, sin embargo, sí tenían mucho que ver con aspectos mucho más existenciales. Ese tipo de historias con las que hemos crecido cada uno de nosotros, nos aparecen de otra forma, con otra visión, con un significado distinto ahora que, en la edad adulta, volvemos a ellas e intentamos descubrir aquellos detalles que habían pasado desapercibidos a nuestros ojos de infantes ingenuos y indocumentados. He aquí La novia del lobo que, a través de los tiempos, fue una legendaria historia que nacía de los viejos mitos de los hombres lobo de Estonia, pero que como toda historia oral que pase de generación en generación, guardaba en su interior algo que, hoy en día, no es cuestionable: la ausencia de libertad de las mujeres. Y es muy posible que, en su interlineado, en esos pequeños desgarros que a veces se suceden al leer, nos demos cuenta de por qué este hermoso cuento, o leyenda, o aprendizaje de Aino Kallos llegue hasta nuestros días y reconozcamos evidencias de aquello que se ha vivido, que se ha sentido y que permanece, como si de un aullido de lobo se tratase, con un eco que nos resuena y nos deja helados. Porque no lo olvidemos. Las leyendas no son sólo leyendas. Esconden dentro mucho de lo que somos nosotros, o de lo que nunca debimos haber sido.
Hay una razón especial para que este libro cayera en mis manos. En realidad dos razones. La primera es mi tendencia a leer aquellas historias que forman parte de la historia cultural de cualquier país. No creo que haya mejor manera – si no nos centramos en los ensayos, obviamente – de descubrir cómo era la sociedad de una época que leyendo alguno de sus cuentos más populares. La segunda, y en esto entra mi devoción personal, por ser ilustrado por Sara Morante. Me apasionan los libros ilustrados y si sumamos las dos razones la combinación no puede ser más perfecta. Así que yo empecé el libro sin apenas saber de qué iba, solo azuzado por esa ilustración de la portada que te llama nada más verla. Pero he aquí que llamada mi atención, y a través de un lenguaje cercano a lo poético, me encuentro observando los bosques de Estonia a través de los ojos de su protagonista, en realidad de cada uno de los personajes, mientras a mi alrededor se dibujan esquemas, se entrelazan sensaciones, se provocan preguntas y respuestas, en una especie tela de araña que penetra y, aunque no ahogue, permite que el lector observe en La novia del lobo mucho más allá que una simple historia llena de fantasía y diablos.
Pero nada de todo esto, o al menos no gran parte de lo que nos cuenta Aino Kallos tendría ningún sentido si no aparecieran las ilustraciones de Sara Morante. Más allá de no ser especialmente objetivo – y ni falta que hace – con el trabajo de esta mujer, cabe decir que lo que aquí ha hecho tiene en sus formas, en su fondo, en el interior de cada uno de los colores, la capacidad de estar perfectamente integrados con lo que nos están contando, casi como si a través de los dibujos uno pudiera imaginarse cualquier escena posible. La novia del lobo es, por tanto, todo aquello que yo le pido a un buen libro: que su lectura se convierta en una experiencia, no sólo a través de su parte escrita sino que me proporcione ciertas vivencias que no se me habían planteado en un principio. Descubrir todo lo que conlleva este libro depende única y exclusivamente de los lectores y, quizás por ello, lo que se esconde tras el telón, tras el pelo rojo de Aalo, tras el guardabosques Priidik, es algo mucho más certero de lo que nos pensamos. Pero cada uno de nosotros decide cómo será su experiencia. Podemos centrarnos únicamente en su historia, no ahondar en sus recovecos, pero es muy posible que, si lo hacemos así, no entendamos el papel de la mujer y sus consecuencias. Ahora todo depende de quien sostenga, de nuevo, estas páginas que han sido un grito, un silencio, un demonio y una imagen que permanecerá por mucho tiempo.