Estamos viviendo el resurgir de los panfletos, no cabe duda. Y entiéndase “panfleto” sin una connotación negativa, sino como un tipo de libro corto, explosivo, no tan elaborado, que invita desde el género ensayístico no solo la reflexión sino a la acción. Stéphane Hessel ganó la batalla de las mesas de novedades para ellos en 2011 con ¡Indignaos!, y después de aquello los principales pensadores contemporáneos (y las editoriales) se han lanzado con mayor o menor suerte a estas digresiones mínimas, siempre livianas en cuanto a páginas pero normalmente muy cargadas de contenido.
Uno de los últimos panfletos, o de los más llamativos entre los más recientes, es La nueva lucha de clases, de Slavoj Zizek, filósofo y sociólogo esloveno. Con el subtítulo de “Los refugiados y el terror”, Zizek aborda desde un pensamiento de izquierda bastante crítico la actual crisis de los refugiados. O más bien la toma como referencia, porque rápidamente uno entiende que los refugiados le sirven a Zizek más bien como excusa para tratar temas variados: la crisis de legitimidad europea, el avance descontrolado de las corporaciones frente a los estados, la violencia fundamentalista o incluso el peligro ecológico. Y quizá por encima de todos ellos, dos. La “nueva lucha de clases” entre los incluidos y los excluidos en el capitalismo, y la construcción en este entorno de un pensamiento de izquierda desacomplejado y firme, libre de sus tabúes actuales.
La nueva lucha de clases invita a discutir con Zizek, en algo que me parece uno de los mayores logros del libro. Por ejemplo, cuando habla de las actuaciones que se pueden llevar a cabo ante la crisis de los refugiados (ante la inmigración en general), el autor critica fuertemente la izquierda “buenista” y utópica. Argumenta que, sin caer en la soberbia, debemos ser capaces de mostrar una respuesta unificada que no es, precisamente, abrir las fronteras por completo.
Alto ahí, ¿no lo es?
No, dice Zizek, y arremete contra los que lo piensan. Y uno se siente aludido, claro. Momentos como ese hay varios en el transcurso de las páginas. Al lector mínimamente interesado le entrarán entonces ganas de echarse al filósofo a la cara y debatir con él. Eso sí, que se abstengan los que buscan una refriega de barra del bar, porque el nivel está donde está y para meterse con este barbudo centroeuropeo hace falta estar a su altura, como se va comprobando cuando se avanza en la lectura.
En resumen, La nueva lucha de clases es un grito, alto y claro. Se lee en un suspiro y me parece un buen punto de entrada a los principales temas mencionados más arriba, sobre los que además recomienda otras lecturas de mayor peso con las que se poder completar un pensamiento crítico. Tendencioso, sí, pero el propio Zizek no lo esconde en ningún momento. Una obra crítica, ácida, pero constructiva, rica en matices. Rápida y concisa, el autor no pierde el tiempo y salta de uno a otro de los temas principales sin solución de continuidad, sin previo aviso al lector. Pierde un poco de profundidad con ello, es cierto, porque en ocasiones simplemente se limita a rayar la superficie. Pero a cambio ofrece un texto sin relleno, en el que cada argumento está expuesto de manera simple y comprensible, en el que cada párrafo, cada capítulo, es un aguijón que va directo al grano.