La Patrulla X hizo su aparición en un momento convulso de la sociedad norteamericana. Las tensiones raciales de aquella época siempre tenían un único bando que resultaba perjudicado. Ser negro significaba tener menos derechos y menos oportunidades. Algunos ya llevaban un tiempo alzando la voz, luchando por esa igualdad negada. Como Rosa Parks que dignamente se aferró a su asiento del autobús cuando le instaron a cedérselo a un blanco. No transigió con la humillación. Había nacido una activista por los derechos humanos. Ella dio el primer estoque e hirió de muerte a la segregación en el transporte público.
En lo político estaban Martin Luther King y Malcom X. El primero intentaba conseguir la igualdad mediante un mensaje conciliador y exento de violencia. El segundo estaba harto de poner la mejilla, estaba harto de que él y sus compatriotas afroamericanos fueran vapuleados, así que pedía contraatacar.
Y así llega la analogía, el parecido más que razonable entre el mundo real y el imaginado por Stan Lee y Jack Kirby. Repudiar al diferente, por una ignorancia que lleva al miedo, por un miedo que engendra violencia. Y en medio de toda esta vorágine de odio y persecución, dos líderes claros con ideas radicalmente opuestas, con métodos enfrentados, ambos con la intención de alcanzar lo mejor para los suyos.
La Patrulla X : Hijos del átomo no abandona la idea del miedo al diferente, pues sin dejar de lado el racismo amplia las miras trasladándonos a un instituto en el que se sucede bullying continuamente. Un comportamiento que nace de la ignorancia y la falta de un rumbo claro. Un acoso continuo al diferente, al que tiene que esconder su verdadero yo. Ser adolescente es jodido, ser adolescente y no cumplir con lo que algunos dicen que es lo normal es una pesadilla. La metáfora del racismo sigue ahí, pero cobra fuerza la de la homofobia.
El guion de Joe Casey nos acerca a un drama de instituto. Los problemas a los que los alumnos se enfrentan, las amistades que traban y esos extraños poderes que algunos empiezan a desarrollar. Una narración sosegada, haciendo hincapié en la psicología de cada personaje, moldeándolos con minuciosidad. Un ritmo atípico para el año 2000. Ese momento en el que Jae Lee dibujaba cuerpos perfectos en posiciones imposibles y Scott Lobdell ofrecía una ensalada de hostias con postre de poderes desencadenados.
En La Patrulla X: Hijos del átomo tampoco faltan los momentos de acción. Son contados. Muy fluidos. Impresionantes. Como el ataque de un Centinela a Ángel. Como Magneto en esa escena climática surcando la estratosfera terrestre. Una espectacularidad que viene dada, en cierto modo, por el gigantesco tamaño de las viñetas. Algo que más adelante explicaré. Porque ahora mismo lo que quiero dejar claro es que Casey nos ofrece un origen de La Patrulla X con todo lo que el imaginario colectivo ha ido almacenando de estos superhéroes. Y a la vez nos deja una crítica de una sociedad infantil e idiotizada por los medios de comunicación y capaz de quedar hechizada, hasta perder el sentido común, por líderes populistas, aquí representado por William Metzger. Un fascista que hace gala de una hipocresía vomitiva. Un tipo que vende el odio hacia los mutantes pero que se valdrá de ellos para intentar escalar en su carrera política. Y mientras tanto, Charles Xavier y Magneto se enzarzarán en esas violentas diatribas a las que siempre nos tienen acostumbrados. El líder conciliador y el líder agresivo. Dos líderes en la batalla por captar alumnos o soldados.
En lo tocante al dibujo son cuatro los nombres y apellidos que se hicieron cargo de esta miniserie de seis números. Steve Rude, Paul Smith, Michael Ryan y Esad Ribic. El primero marcaría el camino con un dibujo limpio y detallista. El instituto, la mansión del profesor Xavier, las habitaciones de los protagonistas… Todos esos espacios están repletos de pequeños detalles que dan forma y complementan el carácter de los personajes que los habitan. Esad Ribic no solo se encargaría de los capítulos 5 y 6, sino que además nos dejaría seis maravillosas portadas dignas de póster. Y aquí es cuando toca hablar de la edición de Panini Cómics.
Grandes Tesoros Marvel es la colección a la que pertenece este La Patrulla X: Hijos del átomo. Los cómics de esta colección son muy grandes. De hecho sus medidas son 25,5 x 35,5. Creedme, es muy grande. Igual de grande que su precio. El cómic es poco manejable si lo que queréis es leerlo en la cama, pero una delicia para apreciar todos los detalles al máximo. ¿Y las escenas de acción? Espectaculares. Las sobrecubiertas pueden desplegarse y convertirse en un póster gigantesco. ¿Recordáis que dije que las portadas de Esad Ribic eran dignas de póster? Pues eso.
La Patrulla X: Hijos del átomo empieza como un drama de instituto que evoluciona con parsimonia, moldeando con minuciosidad a los personajes, para acabar ofreciéndonos una lucha de ideas que en el tamaño XXL de esta edición resultan espectaculares.