No sé si es demasiado correcto empezar a hablar de una novela romántica diciendo que yo no soy mucho de novelas románticas.
«Introducir aquí breve pausa en la que miro hacia el techo y tuerzo la boca intentado saber la respuesta correcta».
En fin, sí. Empezaré así. No me van demasiado las novelas románticas. O, al menos, aquellas en las que la relación es lo único importante. Y si sois habituales del blog y leéis algunas de mis reseñas me diréis: «Pero Ana, si tú lees a Nora Roberts». Sí, y es cierto. Pero solo me leo esas novelas en las que hay un asesinato de por medio. Y entonces… os preguntaréis, ¿qué haces reseñando una novela puramente romántica?
Pues veréis, hace unos días llegó a mis manos La pelirroja de la bicicleta, de Pintina Cuneo. No tenía ni idea de lo que me iba a encontrar dada mi manía de no leer las sinopsis. El caso es que empecé a leer y conocí a Marina, una joven que tiene que volver al pueblo donde se crió para trabajar durante el verano. Su padre, al que hacía años que no veía, se puso muy enfermo y tuvo que cuidar de él, dejando de lado toda su vida. Al fallecer este, parece que las piezas de ese puzle que es ella ya no encajan, pero la verdad es que no es que no encajen, es que han desaparecido.
Entonces conoce a Tomás, su jefe. Y se conocen de la peor forma posible: él casi la atropella cuando ella estaba yendo a trabajar en bici. Empieza así una relación de altibajos donde pronto ambos se dan cuenta de que se necesitan pero que también se hacen mucho daño; tal vez por la irreverencia de ella o tal vez por la aparente dominación de él. Pero en el fondo lo saben: saben que están hechos el uno para el otro y que ya no pueden respirar más si no están juntos.
Como veréis, es una historia de amor de las buenas, de las de manual. Chico conoce a chica, se enamoran, pero las cosas no son tan fáciles como uno pensaba al principio y entre choque y choque el amor se hace más fuerte. Vamos, que si os soy sincera, es un libro en el que jamás me habría fijado. Pero eso es lo bueno de hacer reseñas en este blog, que a veces algunos libros llegan a mis manos guiados por el destino o qué se yo y acabo descubriendo que hay historias en las que jamás habría puesto mi atención pero que al final terminan gustándome.
Esta novela la he leído en tres días, para que os hagáis una idea. Me interesé por la historia de Marina y Tomás y cuando me quise dar cuenta estaba gritando en mi interior cosas como «¡bésala!». Y eso es lo que hace Pintina Cuneo: hace que te metas en la trama y que te intereses de verdad por lo que está pasando.
Pero una cosa tengo que decir, a mí me ha costado muchísimo meterme en el papel. Quiero decir, cuando yo leo me encanta imaginarme que soy la protagonista. Y da igual que en este caso sea una pelirroja con una melena espectacular y una cara esculpida por los dioses —aunque ella no se dé cuenta—, yo trato de imaginarme como ella. Cuando ya me visualicé con mi pelo naranja ondeando al viento, llegó el momento de trasladar los sentimientos de Marina a mi interior y fui incapaz. Y eso se debe a que el carácter de Marina es tan diferente al mío que no entendía ni sus reacciones ni sus discursos. Veréis, la relación con Tomás empieza como un tira y afloja. Ella se hace la dura y le suelta burradas y chascarrillos y él hace de gruñón y de jefazo. Pero después él le gasta todo tipo de bromas —con las que me he reído mucho, por cierto— para ganarse su corazón. Y ella, en vez de ver el lado positivo, siempre acaba sacando su lado pesimista a relucir. Como si ella misma autosaboteara la relación con Tomás. Y esa es la parte que más me ha costado de entender.
Pero claro, también me imagino que si ella está conforme con todo, al igual que él, pronto nos quedaríamos sin novela. Así que no sé, simplemente eso es lo que me ha faltado, que no he conseguido empatizar con la protagonista, pero creo que esto se debe a que no soy usuaria de este tipo de novelas y yo lo hubiera arreglado todo con un beso de amor en la primera página.
Aun así, quiero volver a mencionar que me he reído mucho con esta novela. Lo he dicho antes de pasada y es que Tomás le gasta una serie de bromas a Marina que hacen que el lector se divierta muchísimo. Así que pronto nos daremos cuenta de que es un libro cargado de humor e ironía donde no encontraremos una historia empalagosa ni dulcificada. Y eso es lo que más me ha gustado, que la autora supiera jugar con las personalidades de sus personajes para hacerlos divertidos, picajosos y extravagantes.
Si le tengo que poner un pero (lo de antes de que no he llegado a empatizar con los personajes no es un pero, es cosa mía) es que me hubiera gustado que el personaje de Marina se desarrollara más al principio. Conocemos su historia y por qué se comporta como se comporta cuando ya hemos pasado el meridiano de la novela, y eso me desconcertó un poquito. Me hubiera gustado tener un planteamiento de cómo era ella antes de conocer a Tomás, porque realmente tiene una vida muy interesante antes de regresar al pueblo.
Pero bueno, obviando eso, me pongo en la piel de las personas que adoren este tipo de literatura y estoy segura de que La pelirroja de la bicicleta les va a encantar, es que no tengo la mínima duda. Y les va a gustar muchísimo el juego que se traen estos dos protagonistas y que mantiene la intriga y la tensión —sí, hay mucha, mucha tensión— hasta el final. Y estoy tan segura de ello porque si lo ha conseguido conmigo, que no soy fan de ese tipo de novelas, lo podrá conseguir con cualquiera que conozca a Tomás y a Marina.
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