Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, había dos países separados por un muro. En un lado estaba el país exterior, bajo el control del dios negro, en el que habitaban unos seres terroríficos que contagiaban una maldición a todo aquel que tocaban. En el otro lado, el país interior, dominado por el dios blanco, donde vivían los humanos.
El doctor era uno de esos seres de apariencia horripilante y Shiva era una niña humana desamparada. Sus caminos no tendrían por qué haberse unido nunca, pero lo hicieron, y así dio comienzo La pequeña forastera 1: Siúil, a Rún, de Nagabe, un manga que me cautivó hace meses.
A diferencia del primer volumen, La pequeña forastera 2: Siúil, a Rún comienza con una escena de acción, y no es la única. Sin embargo, siguen siendo los momentos de convivencia del doctor y Shiva los que hacen que me enamore de esta historia. Las ilustraciones de Nagabe recrean una atmósfera oscura, en la Shiva aparece como único punto de luz. Los sonidos juegan un papel fundamental para que no solo veamos lo que ocurre, sino que lo sintamos. Igual que sentimos el cariño entre los dos personajes protagonistas, que traspasa las páginas. Sentimos la preocupación del doctor al ver que Shiva está en peligro, y la candidez de la niña, capaz de olvidar al instante los momentos más dramáticos, movida por la esperanza de volver junto a su tía.
Lejos de dar respuesta a las preguntas que se abrieron en la primera entrega de este manga, en este surgen otras de la mano de nuevos seres siniestros. Unos y otros se preguntan cómo romper la maldición y Shiva, la pequeña forastera —quizá la única alma pura que queda en ese mundo— es la pieza clave del misterio. ¿Podrá el doctor protegerla hasta el final?
Con La pequeña forastera 2: Siúil, a Rún llegamos al ecuador de esta historia cocinada a fuego lento, y yo me muero de ganas de leer la continuación. Me fascina cómo con unos pocos personajes, escasos diálogos y sin apenas explicaciones de ese enigmático mundo en el que se desarrolla la trama, Nagabe nos atrapa, nos conmueve y nos mantiene a la expectativa. Sin duda, sus excelentes ilustraciones contribuyen a que sucumbamos a su historia y el giro final, de nuevo, nos deja en vilo. La lectura de La pequeña forastera 2: Siúil, a Rún ha sido una delicia y seguro que también lo será la de las dos entregas que aún están por publicarse. ¿Cuánto nos hará esperar ECC para el próximo número? Espero que no mucho.
Sé que muchos lectores no le daréis una oportunidad a La pequeña forastera: Siúil, a Rún porque es un manga y se publica por entregas. Pero si dejáis a un lado esos prejuicios, estoy segura de que no os defraudará. Con su guion, Nagabe nos demuestra que es un buen contador de historias y que, por eso, no necesita recurrir a grandes parafernalias para cautivarnos página tras página. Y, con sus dibujos, nos deja claro que el manga es el formato ideal para crear ciertas atmósferas. Yo ya me he apuntado su nombre para estar al tanto de sus siguientes trabajos. Y es que pocas veces se encuentra una con un artista capaz de tanto con tan poco.