“La memoria del pasado no debe paralizar el presente, sino ayudarle a que sea distinto en la fidelidad, y nuevo en el progreso”. Con esta contundente frase, localizada en el prefacio escrito por Jacques Le Goff, uno de los referentes imprescindibles de la historiografía medieval, comienza su discurso Robert I. Moore. Esta firma ya nos asegura que tenemos entre manos un libro serio y de calidad.
Qué es Europa y cómo y cuándo se formó son preguntas que ya se hizo el mismo Jacques LeGoff en ¿Nació Europa en la Edad Media? –que seguramente todo estudiante de Historia recordará-, y que ahora Moore retoma con suma brillantez, centrándose en un periodo y en un territorio muy concreto: el noroeste de Europa en los siglos XI y XII. Han sido muchos los medievalistas que han debatido sobre esta cuestión, y Moore es consciente de ello, aunque su intención a lo largo de la obra es “mostrar la evolución de Europa con sus indudables ventajas, sin disimular por ello las dificultades heredadas”. Durante los siglos medievales, los europeos tuvieron el convencimiento de ser los herederos de las civilizaciones clásicas de la cuenca mediterránea. Y, por lo tanto, el producto de la mezcla entre lo racional y lo humanístico de Grecia y Roma, y del componente espiritual y moral de la tradición judeocristiana. Moore no niega la influencia del mundo clásico en la Europa medieval. Sin embargo, a su modo de ver, la idea de Europa como tal nace precisamente como consecuencia de los importantes cambios que se produjeron durante el cambio de milenio en el noroeste europeo, sobre todo la parte franca. Transformaciones que, nos muestra el autor, se tradujeron en cambios profundos en la organización política y económica del campo y en las relaciones sociales, donde la ciudad tuvo un papel fundamental. Es precisamente aquí verdaderamente donde hace su aparición la idea de Europa.
A diferencia del libro de LeGoff, esta obra se centra en temas mucho más concretos, ordenados en cinco grandes apartados:
En el primero, el autor trata sobre la “Paz de Dios”. Durante muchos años, en épocas de miedo y violencia, la paz había sido una prerrogativa del rey, es decir, él era el único que la podía impartir. Sin embargo, en estos siglos la paz empieza a ser administrada por la Iglesia, a través de concilios y la creación de nuevas órdenes religiosas, que implantarán un nuevo modelo de comportamiento. Los vicios heredados de épocas pasadas empezarán a ser perseguidos, y se prohibirá, entre otros, la simonía (venta y compra de lo espiritual por medio de bienes materiales) y el nicolaismo (el matrimonio entre los clérigos), creando las bases de una moral severa que imperará en los siguientes siglos. Movimiento reformador que será aprovechado por los grandes del reino, es decir los nobles, y en el marco de un nuevo orden, para reafirmar una autoridad perdida siglos atrás.
En el segundo, asistimos a uno de los elementos más importantes en el nuevo contexto histórico surgido con dichos cambios: la tierra, o mejor dicho su posesión. Anteriormente la vida diaria, la economía y el poder se habían sustentado en el botín de guerra, pero ahora la tierra se erige como núcleo indispensable. Sin embargo, esta nueva situación degeneró en no pocos conflictos entre los poderosos y los pequeños campesinos. Y entre el hijo primogénito y el resto de hermanos, que se verán apartados de las grandes herencias y obligados a la búsqueda de nuevos recursos para salvaguardar un porvenir. Estas segundas luchas son tratadas en el apartado tercero, donde asistimos a la creación de las grandes dinastías familiares, que gobernaran el continente en los siglos posteriores.
Por otro lado, en la cuarta sección Moore trata la cultura dominante y lo importante que llegó a ser la creación de profesionales (dentro de la élite social) para un aparato administrativo cada vez más complejo. El desarrollo de la vida cortesana y, con ella, sus estrictas reglas y protocolos, que debían seguir los cortesanos para “sobrevivir” en ella.
Ya en el último gran apartado, el autor describe el resultado de esos cambios y, por consiguiente, el triunfo de un nuevo orden que caracterizará el resto de la Baja Edad Media. Un nuevo mundo cuyo modelo se exportará al resto de territorios y monarquías del occidente europeo.
Debe, finalmente, quedar constancia de que se trata de un libro preferentemente destinado a especialistas y estudiantes de Historia, pues Moore da ya por hecho que el lector conoce en mayor o menor medida la historia de la Edad Media europea. Teniendo en cuenta esto, es algo aconsejable un conocimiento previo si lo que uno quiere es mantener el hilo ante un auténtico enjambre de nombres, dinastías y lugares por los que va navegando el autor; así como el uso de un lenguaje bastante técnico.
De lo que no hay duda es que su narrativa te sumerge en un mundo absolutamente fascinante lleno disputas, guerras, conflictos sociales y abusos de poder. Asimismo, Moore te transporta a la siempre peligrosa corte, donde en aquel momento se gestaba un nuevo género literario, que iba a tener una enorme trascendencia: el amor cortés y la leyenda de Arturo, como el arquetipo de caballero medieval.
Se trata de una Europa de luces y sombras, de un mundo oscuro y brutal, pero que a la vez se va abriendo camino poco a poco hacia la luz y los elementos se componen para llegar hasta lo que hoy es Europa.