Confieso que el título y la sinopsis (y la portada, claro) me llevaron a creer que los relatos que iba a encontrarme en este libro iban a ser única y exclusivamente historias de fantasmas. El primer relato, por cierto, estupendo, de los mejores, A tiempo para desayunar, no hacía más que mantenerme en el error al abordar un cuento de fantasmas desde una óptica nada convencional en el género y además con la característica de crear un apartado que yo no he podido bautizar de otra forma más que miedo triste. Es una cosa peculiar, un ¿subgénero?, en un relato en el que se nota una profunda tristeza a la vez que el “miedo” va haciéndose también más presente.
Fue el segundo relato, Paladar, el que me descolocó. Parafraseando un famoso vídeo viral: “¿dónde están aquí los fantasmas, eh? ¿Dónde? ¡Que yo los vea!”, o la no menos famosa y mítica pintada “emosido engañado”. Un argumento extraño, sí. Incluso bizarro. Que te atrapa y te pega como el hierro al imán, pero sin fantasma.
El tercero ya te deja claro que los relatos no van a incluir necesariamente la presencia de un fantasma literal en el argumento, pero sí que van a tener un elemento desasosegante, raruno, fuera de lo normal y predominantemente con un final abierto, que en ocasiones es el mejor tipo de final (tanto que en otro de los relatos, Pistola cargada, la propia Solange Rodríguez juega con ello y con la metaliteratura y no dispara nada mal).
Hay también relatos futuristas y preapocalípticos bastante buenos. El de Un hombre en mi cama me ha parecido que retrata muy bien el momento actual de evasión y soledad del individuo y lo poco que falta para que nos carguemos del todo el planeta. Una mujer casándose con una acacia, y un grupo de personas que se graba mientras duerme para que otra gente los vea dormir… Lo primero ya ha sucedido y para lo segundo poco faltará.
La primera vez que vi un fantasma tiene tanto historias de media página como de veinticinco. Tiene historias de género fantástico, como el de Pequeñas mujercitas, y microrrelatos inteligentes y con el obligado giro final como el de Cuento antes de ir a la cama.
Tiene cuentos en el que fusiona el ritual de la ajetreada vida moderna con leyendas de siempre, caso de La historia incómoda que nos contó Olivia el día de su cumpleaños, en el que Solange lo borda. Este es sin duda otro de los mejores relatos del libro. Es ágil, la narradora aunque va de un sitio a otro en su discurso, lo hace de una forma amena, vibrante, añadiendo la dosis de misterio acertadamente y cerrando con un broche que nadie imagina y que brilla como el Sol.
El Atanudos es otro ejemplo de esa fusión de tiempos y de frontera entre lo real y lo irreal o la leyenda urbana (o al menos no real al 100%). Contado además con la técnica de alguien que cuenta una historia a un grupo sentado en círculo, con las luces apagadas…
Solange Rodríguez ha parido en La primera vez que vi un fantasma una majestuosa criatura de la noche, un compendio de historias de gran calidad tanto en fondo como en forma, narrado con mucha calma y naturalidad, y ha demostrado tener una imaginación muy capaz para el malrrollismo, la crueldad, mala leche y el humor negro, para dejarte con una sensación de desorientación al acabar algunos relatos, y para saber rematar cojonudamente los finales.
Solange va a ser una escritora a la que seguir la pista. Sabe ser sutil, llevarnos al terreno que quiere, dar tridimensionalidad a sus personajes y jugar con el lector… ¡Pues de puta madre!