La reina descalza, de Ildefonso Falcones
Las expectativas son altas cuando abres un libro de un autor con cifras de ventas millonarias. Y hay dos alternativas: o dichas expectativas se cubren holgadamente o te llevas un buen disgusto. Pues bien, felizmente creo poder decir que estamos en el primer caso. Falcones ha creado una magnífica novela, a la que hay que sumar una cuidada edición (preciosas las cubiertas interiores) acorde con la calidad de la narración y la estructura. Y no es sólo una buena novela. Es también una novela original, por lo desconocido del tema, por los múltiples matices que aportan sus personajes, y por las diversas facetas con las que el autor adorna y enriquece la historia principal. Y es que no encuentro una sola muesca negativa que poner en el palito de la reseña de este libro. Podrá gustar más o menos al lector, pero en ningún caso creo que quede defraudado.
Abriremos boca con el marco histórico de la novela. Mediados del siglo XVIII. España es aún una potencia mundial, pero se adivina un declive que comienza a insinuarse en ciudades otrora resplandecientes. El marqués de la Ensenada lleva las riendas del gobierno. Decidido a poner coto a una raza cuyas “ganas del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte”, lanza lo que más tarde se conocería como la Gran Redada de los gitanos. Los militares sitian los barrios gitanos de las grandes ciudades. Se prohíbe su libre circulación por los caminos. Todo resultará en miles de familias separadas; hombres condenados a trabajos forzados y mujeres y menores recluidos en cárceles saturadas por la avalancha humana sobrevenida. Llegados a este punto, cualquiera puede intuir un marco excepcional para una novela igualmente excepcional, que se adentra como pocas en la historia y vida de los gitanos, justo en un momento que se convertirá en un punto de inflexión de su historia. El punto en el que los más puristas de su raza se enfrentarán a una imparable realidad: una vida fuera de los caminos, subyugados a unas leyes que no consideran suyas.
Como decía al comienzo, esta novela tiene múltiples matices que la enriquecen. Múltiples hilos de los que tirar para descubrir rincones apenas conocidos de nuestra historia. Uno de ellos es el estilo de vida de los gitanos de la época; cómo se ganaban la vida jugando en los límites de lo que las autoridades prohibían, pero no se esforzaban por evitar. El desarrollo de la destreza del superviviente. El arte del trapicheo. Así es como conocemos a Milagros Carmona, el motor principal de la novela. La joven gitana que crece con cada página, a base de jirones en sus vestidos, hasta encarnar el ideal del gitano de raza.
Y muy cerca de este rincón, aquel que esconde el origen del flamenco. Los primeros cantes. Cantes de ida y vuelta, importados por viajeros de tierras lejanas, donde las penurias se conjugaban con las esperanzas, y donde se cantaban los recuerdos para no perder unas raíces que quedaban atrás. La novela se mueve al compás de estos cantes, desgarrados e intensos. La dureza de una vida en esclavitud cantada por Caridad, la esclava liberta que se cruzará en su camino con Melchor Vega, el galeote. El gitano viejo por cuya navaja corre la sangre y por cuya garganta se derraman los lamentos de las galeras.
Y es que sus cantes y sus bailes son los que mejor representan a los protagonistas de la novela. Protagonistas que descansan sobre un polvorín que sólo necesitaba una chispa para volar en pedazos: el amor ciego de Milagros Carmona hacia Pedro; gitano altivo, seductor y muy golfo, miembro de la familia García, enfrentada durante años a los Vega. Esta relación que hará que os comáis las páginas de este libro buscando venganza a raudales.
Se trata también de una novela de límites; de fronteras dibujadas en una España que se antojaba quebradiza. La frontera incipiente de Despeñaperros, que separaría un norte próspero, representado por Madrid, y un sur miserable para muchos y enjoyado para otros, representado por Sevilla. La frontera entre payos y gitanos; los unos con sus reyes y sus reinos, y los otros con sus familias y sus leyes gitanas. La difusa frontera entre una esclavitud sin cerrojos y la libertad del que mira al cielo estando entre rejas. Y la Frontera con mayúsculas. Frontera de correrías, de vida al límite, de gente malcarada, del contrabando por los caminos de Barrancos.
En definitiva, una novela completísima en cuanto a personajes y escenarios. Bien creados los primeros y magníficamente elegidos los segundos. Con un final que redondea la novela y pone un colofón de los que, durante los valiosos minutos que siguen al cierre de la última tapa del libro, dejan ese regusto en la boca… Ese regusto que tanto añoramos los lectores de vocación.
A mi el libro también me gustó, aunque menos que su primera novela. Creo que es el problema de algunos autores como Ildefonso Falcones o María Dueñas, escriben una muy buena novela y crean unas expectativas que hacen que todo lo que van publicando parezca por debajo de sus posibilidades. En cualquier caso me alegro de que a ti también te gustara La reina descalza.
Muy de acuerdo contigo JL. Es justo lo que pasó con Zafón y La Sombra del Viento. Las otras dos novelas de la serie han tenido muchas críticas por el altísimo listón de su primera entrega.
Buenas tardes.
Agradecería información sobre autor y procedencia de la litografía de Sevilla que ilustra esta entrada.